Hay que separar las cosas: que en Bahía no se hayan impuesto como objetivo jugar la final de la LSB no significa que ahora no sufran en caso de perderla. Se trata, para la franquicia y para cada uno de los que la compone, de un hecho histórico, y aún más con la confirmación del boleto para ser parte de la próxima Liga de las Américas.

Hay que separar las cosas: que Pepe Sánchez horas antes de la final #1 haya manifestado que ganarla o perderla no modifica en absoluto el proyecto, no significa que las presiones quedan al margen. Pepe, inteligente, libera tensiones. Pero la realidad es que los resultados siempre potencian de sobremanera cualquier tipo de proyecto, por más humilde o ambicioso que sea.

Cuando Corvalán está en cancha, Bahía se parece más al que necesita ser para exprimir beneficios en base a su estilo de juego intenso y vertical.

Hay que separar las cosas: que Bahía no tenga la ventaja deportiva ni el oficio/equilibrio de Mogi das Cruzes no significa que carezca de herramientas para subirse al escalón más alto del podio. Ya han pasado por esa situación varias veces, con la semi en La Banda como referencia más cruda. Y si bien la pasó mal en el partido inaugural, logró reaccionar a tiempo para poner en jaque a los brasileros. Y la fórmula ya no sorprende: cuando Corvalán está en cancha, Bahía se parece más al que necesita ser para exprimir beneficios en base a su estilo de juego intenso y vertical.

Luego de estar -11 en dos oportunidades, el equipo argentino se metió en la conversación (tremendo Jasen, oportuno Redivo, clave Johnson), pero Mogi, con el goleo de Shamell y la desfachatez de Larry Taylor, lo cerró mejor. Hubo una coincidencia que desnudó la realidad: La salida de Corvalán le devolvió el control del partido (y del ritmo) a Mogi, que se puso 1-0 en una serie que pinta súper pareja. Hoy sigue la historia.

Por Carlos Altamirano

En twitter @altamirano45 Periodista. Relator de básquet en DIRECTV Sports y DEPORTV.

Foto: FIBA.