LFB 19 de december de 2021 | Berazategui

Chapa de campeón: Berazategui y los argumentos de una nueva conquista

Dominó el 2021 y quedó en evidencia siendo el bicampeón. Variantes, calidad, mucha unión y una filosofía marcada, las razones de su nueva consagración.

Por Lucas Leiva

Casi como si fuese una tradición, Berazategui volvió a dominar la Liga Femenina. Esta vez lo hizo con tintes históricos, porque no sólo estamos ante su cuarto título en siete ediciones, sino que además se consagró campeón invicto, un registro para los récords. Ganó los 13 partidos de la temporada (8 por fase regular y 5 en playoffs, incluyendo la final), terminando el torneo imbatible, sin conocer la derrota. Existe una connotación más fuerte si tenemos en cuenta que no pierde un partido de LFB desde el 28 de febrero, arrastrando al momento 20 victorias consecutivas en la LFB.

Por supuesto que existen varios motivos para este Berazategui campeón, un equipo con múltiples argumentos que justifican no sólo este título sino también lo hecho a través de todo el 2021 e incluso desde antes, porque la jerarquía de un club como este no se adquiere de la noche a la mañana, sino que detrás tiene cimientos en una dirigencia idónea, un cuerpo técnico con aptitudes y jugadoras que están a la altura de las circunstancias.

Puro talento. Si hay algo que caracteriza a Berazategui es su potencial y multiplicidad de sus variantes. Lejos de otros equipos, el Depo tiene una particularidad: no sólo está bien balanceado sino que además tiene una rotación de 9-10 jugadoras que hace que nunca se pierda la intensidad. Más aún si tenemos en cuenta que no hubo ninguna jugadora con un promedio de minutos elevados (las que más juegan son Foresto con 24.2 y después Gentinetta, Jourdehuil y Cabañez, las tres con casi 23 de media). Al ir rotando, es difícil encontrar una jugadora que baje su rendimiento a raíz de cansancio o agotamiento. Eso fue clave.

Y eso teniendo en cuenta que para este torneo no contó con Laila Raviolo y que a inicios de la temporada se lesionó Juja Vázquez, la más representativa de la casa. Resulta muy difícil darle batalla a un equipo que ostenta tantos y tan buenos argumentos, porque su nivel no disminuye y porque tiene un entrenador como Gonzalo Gómez que sabe balancear a sus jugadoras en cancha para que ese rendimiento sea al top.

Por supuesto que puede tener altibajos, porque no estamos ante máquinas, sino que estamos delante de jugadoras que pueden tener algunos días menos explosivos en lo personal, pero de todas formas el equipo resulta ser equilibrado y muchas veces algunos baches pueden taparse por las variantes con las que cuenta el plantel. En definitiva, la rotación, el saber y entender que las figuras del equipo van cambiando según cómo se desarrolle el partido, hace que Berazategui sea así de compacto y nunca baje la vara.

Hay algo que también es clave. Cuando un equipo pasa mucho tiempo junto sabe lo que puede dar, las jugadoras se conocen y mucho entre sí por compartir el equipo desde hace años y eso genera una confianza. Lejos de mermar su potencial, Berazategui tuvo algunas bajas para este torneo (además de las lesiones de Juja y Raviolo, también se fue Agus García a Brasil) pero se reforzó con nombres de calidad que mantuvieron esa alta exigencia, con las llegadas de Foresto y Galbán. Un equipo que tenía prácticamente la obligación de trascender en este torneo, y lejos de jugarle en contra esa presión logró asimilarla y llevarla con mucho aplomo. Esa unión, ese conocimiento y el vínculo que se generó como grupo, también es importante porque responde mejor ante cualquier tipo de situación.

Jugadoras que dieron un paso adelante. Porque el torneo de Cande Gentinetta fue descomunal, gravitante en el 4 pero siendo una jugadora polifuncional que lo hace bien en casi cualquier lugar de la cancha, y por eso fue el timón más regular del equipo y la que mejor (y más) respondió. El caso de Florencia Fernández también es para destacar porque la pivote se afirmó definitivamente, metiendo su quintita de puntos pero reboteando mucho ayudada por su talla y colaborando notoriamente. La conducción de Foresto, que llegó como uno de los nuevos refuerzos y brilló, tomando rápidamente el control de la base y siendo muy pareja en su rendimiento. O mismo la experiencia de Cabañez, Julieta Armesto como una rueda de auxilio vita, la intensidad de Galbán, la ayuda desde el 1-2 con piezas como Wolf, Cejas y Magalí Armesto... y ante esa riqueza de recursos parece todo mucho más fácil.

Párrafo aparte para Agustina Jourdheuil, la capitana y MVP por partida doble. Una jugadora que no se achica en instancias comprometidas, siendo el gran espíritu del Depo, con calidad en su juego, y esa buena mano que tiene y que todos conocemos. Puede tener una serie regular cumplidora, ser una de las jugadoras importantes en los playoffs, pero en las finales es otro el cantar. Definitivamente a Agustina le sienta muy bien jugar instancias decisivas, destraba cualquier tipo de partido cerrado y comprometido, y eso es lo que en definitiva hacen las distintas. Top Jourde, indiscutible gran figura del título.

También supo resolver cada planteo del equipo rival y eso es mérito no sólo de las jugadoras sino también del trabajo de todo su cuerpo técnico. Desde el juego en conjunto y las cartas sorpresa que le mostró Florida en fase regular, como así también un Quimsa que lo trabó un poco en el primer juego de cuartos, o incluso un Rocamora que en arranque de las semifinales lo complicó incomodándolo defensivamente. Todo lo solucionó, encontró respuestas en su talento individual y salió de esos rulos cambiando la ecuación sobre la marcha.

¿Por qué? Porque por encima de todo estuvimos también ante un equipo rebozante de confianza, que confió siempre y que salió mentalizado en ganar cada noche que se presentó. Nunca pensó que el resultado podía ser adverso, y la cabeza manda. Mentalidad de campeón, recursos por doquier y el tener una idea que compró desde hace mucho tiempo, mucho antes que este nuevo y gran título. Esas fueron las claves del equipo más dominante de la Liga.