LDD · 28 de Diciembre de 2021

Oberá

¿Quién es Stefano Alesso Rodríguez?

Mide 2.11 y juega para Oberá. A los 12 años casi muere en un accidente que se originó por un juego. A los 13 empezó a jugar al básquet. A los 14 se fracturó una vértebra. Se repuso a todo y sueña con insertarse en el profesionalismo.

Los hombres grandes no abundan por estas pampas. Al contrario. En una geografía extensa como la argentina, cuando apunta algún lungo rápido llama la atención. Stefano Alesso Rodríguez tiene 18 años, mide 2.11 metros -“descalzo”, aclara- y pesa 93 kilos. Este jugador salteño de Oberá Tenis Club de Misiones es hijo de padre argentino, ex jugador de básquet, y madre boliviana, ex jugadora de vóley. Y aunque lleva ya 4 años viviendo en la provincia de la tierra colorada, todavía no se acostumbra al calor con humedad.

¿Quién eres tú, forastero? Nacido el 19 de noviembre de 2003, es el segundo de un total de seis hermanos. El mayor tiene 21 años, le lleva 3. El último es un bebé que todavía no llega al año, y al que conoció en la última gira que hizo con su equipo por Santiago del Estero. “Le hinché a mi viejo para que lo lleve desde Salta así lo veía”, cuenta.

Stefano se desempeña en el buen equipo de Oberá en la Liga de Desarrollo. Al parate por las fiestas, los misioneros tienen récord de 9 triunfos y 5 derrotas.

“Mi objetivo al principio era estar al nivel de la Liga de Desarrollo. Estoy contento con el rendimiento que estoy teniendo. No me tenía tanta fe, es la primera Liga de Desarrollo de casi todos en el equipo”, se sincera.

Tiene con qué estar contento: en 21 minutos de promedio en cancha, acredita 8.9 puntos (65% en dobles) y 8.4 rebotes de media. Nada desdeñable para un jugador que empezó con la naranja recién a los 13 años, cuando pasó de vivir en La Paz con la mamá, a Salta, con el papá. “Hasta ahí yo jugaba al fútbol, en el club Real Madrid de La Paz. No tenía idea básquet”, confiesa.

Antes de dar sus primeros pasos en el básquet, experimentó una situación que casi le cuesta la vida: “a los 12 años casi me muero. Vivía en un edificio que tenía una puerta de entrada que era mitad de hierro, mitad de vidrio, y que se cerraba sola. Con mi hermano, que siempre estábamos jugando a lo que sea, hicimos una carrera para ver quién llegaba antes. Él llegó antes y cuando llegué yo me fui con las dos manos sobre la parte del vidrio de la puerta, que se rompió. Sin que me diera cuenta, empezó a salirme un montón de sangre. Cuando vi todo el charco, cometí un error de ignorante y me saqué un vidrio que tenía clavado. Ahí empezó a salir más sangre todavía. Me auxilió una vecina que rápido me llevó a que me atiendan… El vidrio que me había clavado llegó hasta dos centímetros de la carótida”, cuenta sobre ese accidente.

Sobre la recuperación tras el hecho, explica: “me dieron un mes para que esté tranquilo y no haga esfuerzos con el cuerpo, pero a las dos semanas ya estaba jugando al fútbol. No me quedaron secuelas”.

La pantalla del mundo nuevo. La mudanza a Salta le abrió una nueva dimensión. Su papá, el ex jugador Federico Alesso –llegó a jugar un Sudamericano para la selección Argentina en los tempranos ’90, bajo la dirección de Guillermo Vecchio-, con los años devino en preparador físico y entrenador.

Al arribar a Salta, conoció el básquet. “A mis 13 tuve un cambio físico muy grande. Pasé de medir 1.76 a 1.90.No tuve dolores por el cambio en el cuerpo aunque sí problemas de coordinación. Me fui a vivir a Salta y empecé a jugar en Gimnasia y Tiro, mi papá había agarrado para entrenar básquet ahí. Nunca había jugado pero me acoplé rápido… En el segundo torneo ya tiraba bien al aro, hacía 10 o 15 puntos por partido, y ahí empecé a soñar con jugar a otro nivel… Hasta llegamos a disputar un Campeonato Argentino y nos fue bastante bien”, explica sobre aquel contacto inicial con deporte.

Apenas un año después tuvo pruebas en instituciones del profesionalismo, como Ameghino de Villa María y Quimsa de Santiago del Estero, pero no se quedó. “Ellos querían un jugador más formado”, reconoce.

Algo parecido sintió cuando estuvo en la preselección nacional U15 entrenando en el CeNARD para el Sudamericano de 2018 . “El DT era Juan Manuel Gatti. Yo estaba bastante crudo. Medía 2.02 o 2.03 y pesaba nada más que 70 y pico de kilos”, argumenta sobre aquella primera vez con la selección.

Sin embargo, apareció otra chance: “fui a Oberá y me convenció. En abril de 2018 me mudé a Misiones. Fui directo a Posadas el primer día y jugué dos partidos, todavía sin haberme instalado en Oberá. Y en el primer partido que jugué de local me fracturé la quinta vértebra”.

La lesión trastocó cualquier planificación: “estuve recuperándome todo ese año. Me quedé la mayoría del tiempo en Oberá. Yo nunca tuve dolores por el crecimiento, pero sí por esa fractura”, reconoce.

Tuvo que hacer recuperación y adaptación a la nueva vida al mismo tiempo, lo que le supuso un nuevo desafío: “el primer año fue muy difícil, yo fui a una casa de reclutados donde todos eran mayores de 18 y yo tenía 14. Era el único de afuera, los demás todos de distintos lugares de Misiones. Estaba lejos de mi familia y extrañaba mucho. Pero mis viejos, y acá en Misiones también, me hicieron entender que tenía que hacer sacrificios si quería esto”. Se permite una reflexión sobre todo aquello que vivió: “que te pase algo así me hizo dar cuenta que podés quedarte sin todo de un día para el otro. Me obligó a darme cuenta de la realidad y a fortalecerme. También me hizo ver que siempre puede haber problemas”.

No detenga su motor. Superada la lesión, empezó de nuevo con el básquet: “cuando estuve listo empecé a entrenar con el equipo de mi categoría. Ese año (2019) sólo entrené con formativas”. Aunque pronto fue promovido al equipo profesional. Leo Hiriart, que dirigía al equipo de Oberá en Liga Argentina, lo convocó y le dio lugar para desarrollarse. “Él fue uno de los entrenadores que más me cambió. Por ahí yo tenía una idea de cómo era llevar la vida del profesional. Pero él habló con el club para que me pongan nutricionista, preparador físico y horas de gimnasio. También habló en el colegio. Él me exigía pero a la vez me daba herramientas. Me ponía entre los 12 que se vestían en Liga Argentina y salimos campeones del Súper 4. Después de ganar el Súper 4 jugamos un partido más y nos agarró la pandemia”, cuenta con cierto tono de agradecimiento hacia el entrenador rosarino.

La pandemia trajo incertidumbre. En el básquet, las competencias se suspendieron y se cancelaron las temporadas. Sin embargo, Stefano Alesso nunca dejó de entrenar: “me fui a Salta. En casa con mi viejo tenemos un aro en el patio y me puse a entrenar y a comer fuerte, a subir de peso, que siempre me costó”.

Mucho por hacer. La promoción de categoría del equipo (Oberá accedió a la Liga Nacional al adquirir la plaza de Estudiantes de Concordia), le permitió a la institución competir en la máxima divisional profesional y, a la vez, formar el equipo de Liga de Desarrollo. Y aunque la temporada 20/21 se jugó completa en la ciudad de Buenos Aires y no se disputó la de Liga de Desarrollo, los equipos que así lo desearon, inscribieron a sus jóvenes para que disputen el Torneo Federal (tercera división profesional) para ganar roce y recuperar competencia. A Stefano esto le sirvió: “jugué el Federal a principios de año. Tuvimos una postemporada muy dura después de jugar con el equipo de Liga de Desarrollo. Y una pretemporada más dura todavía antes del inicio de esta temporada. Además, en el breve receso entrené muy duro en casa con mi papá. Le metí muchísimo al gimnasio, agarré mucha fuerza y salto. Ahora me siento más rápido, más fuerte, aguanto más los golpes”, argumenta.

Todo ese cúmulo de entrenamiento con el equipo, más el roce de disputar un certamen profesional ante jugadores mayores, los puso bien como equipo: “los partidos de la Liga Provincial los ganábamos corriendo. En el primer partido de la Liga de Desarrollo en Mar del Plata contra Peñarol (triunfo con goleada 96-79) fue clave para darnos cuenta cómo estábamos”.

Reconoce que le cambió para bien el haberse ido a vivir solamente con un compañero: “antes, en la casa de reclutados éramos 7. Parecía una casa de payasos. Cuando se hacía la hora de entrenar, salíamos todos vestidos iguales”.

El buen rendimiento colectivo e individual lo entusiasma, pero de manera mesurada: “Trato de ponerme objetivos cortos, no pensar mucho en el futuro. Yo quiero que vean que estoy al nivel. De a poco me gustaría ganar más protagonismo”. Reconoce también que no le gusta mucho la posición de 5, se siente más cómodo de 4. “Trabajo para mejorar el tiro desde chico”, agrega.

El entrenador del equipo de Liga Nacional Fabio Demti vio al equipo de Liga de Desarrollo en los partidos del Provincial y en los entrenamientos. “A él le gusta jugar con mayores, pero me hizo entrenar con la Liga”, cuenta feliz Stefano, que después de haber pasado por varios episodios límites, disfruta este presente de plena expansión en lo que más le gusta hacer.