Informes Especiales · 14 de May de 2020

#HijosDeLiga: La historia de Ariel y Matías Bernardini

Nos adentramos en la intimidad de la familia rosarina Bernardini. Ariel, el padre, es una de las grandes leyendas de nuestro básquet, doble campeón de Liga Nacional (con Peñarol y Boca) y un tirador con una mecánica brillante. Matías, el hijo, un talentoso escolta, jugador de jerarquía que viene de jugar la temporada pasada en Salta Basket y con un importante recorrido por el ascenso, la Liga, el exterior y la selección.

Por Lucas Leiva

Cuando las raíces son los mismas, los caminos suelen tomar rumbo similares. En La Liga hay varios casos de estos. Está en la sangre, en los genes, en ese legado que uno, el padre, triunfante y con un recorrido ejemplar, le deja a su hijo, que toma la mochila y cargado de sueños va en busca de su propia historia. Hará el camino a su manera, de su forma, con su estilo, lo escribirá con su propia pluma, pero siempre es una valiosa guía tener como padre a un gran ejemplo.

En este sentido #HijosDeLaLiga relatará la historia de los Bernardini.

Por un lado tenemos a Ariel Mario, el padre. Tirador exquisito, de los mejores que ha tenido la Liga Nacional a lo largo de sus 35 años. Un jugador excelente por donde se lo mire, que más allá de haber estado perseguido por las lesiones a través de su carrera, sin dudas es uno de los más deslumbrantes desde su juego. Campeón con Peñarol en la 93/94 y con Boca Juniors en la 96/97, habiendo pasado también por otros equipos como Sport Club de Cañada de Gómez, Provincial de Rosario, San Andrés, Gimnasia de Comodoro Rivadavia y Regatas Corrientes, todos en la elite.

En el ascenso jugó para Estudiantes de Santa Rosa en la 99/00, considerado el más valioso de la categoría en ese año, mientras que después jugó Liga B en Rosario Central en la temporada siguiente. Jugó un total de catorce temporadas en la Liga, y una más en el TNA. Además, jugó Sudamericanos con GEPU en el 91 y con Peñarol en el 95. Internacional con la selección argentina, participó por ejemplo del Sudamericano de Venezuela en el 91.

Por otro lado tenemos a Matías Ariel, el hijo. El también escolta y rosarino, con 26 años, tiene un recorrido importante dentro del básquet nacional y también ha tenido algunas experiencias en el extranjero. Surgido de Temperley, el club del barrio, desde muy joven viajó a Buenos Aires para vestir los colores de Obras en las inferiores, luego pasó por Sportsmen de su Rosario natal y de ahí a San Isidro de San Francisco, su primer equipo en el ascenso. Desde entonces comenzó a trazar su categoría en los dos escalones más altos del básquet argentino.

Antes pasó por Sport Recife de Brasil, en la 14/15, jugando la liga de desarrollo de dicho país. Para la 15/16 regresó a Argentina y jugó en La Unión de Colón, luego pasó a la Liga, primero con Hispano Americano y después con Olímpico. Rivadavia de Mendoza y Salta Basket fueron sus últimos equipos. A esto hay que sumarle presencia internacional con la selección, siendo parte de varios procesos desde U15 hasta U19, teniendo como uno de los puntos máximos el Mundial U19 del 2013.


EL AMOR AL BÁSQUET, UN LEGADO FAMILIAR

Ariel, Matías y una bandera que conmemora la historia de ambos y del abuelo Mario (foto: Básquet Rosario)

La familia Bernardini respira básquet desde su concepción, y es que desde hace tiempo el apellido Bernardini tiene un peso especial, es uno de esos apellidos ilustres. Desde la época de Mario Bernardini, padre de Ariel y abuelo de Matías, que integró seleccionados provinciales y nacionales, siendo una personalidad destacada y muy reconocida en el ambiente, sobre todo en Temperley de Rosario. Todos ligados al básquet.

Si uno viese esta situación muy por arriba, podría imaginarse una especie de mandato familiar el continuar con el básquet. No obstante, para todos los miembros de la familia esto fue elección propia de cada uno. Y claro que cada uno fue labrando su carrera libremente. En este sentido tanto Ariel, un ídolo, como Matías, un joven en constante ascenso, hablaron de esta herencia de sangre.

"A veces me preguntaba si no lo metí en un quilombo a mi hijo jugando al básquet, con este decreto que uno dice que el papá es doctor y el hijo también doctor, y en este caso con que el papá es jugador y el hijo también jugador. Estaba continuamente metido en lo que es el básquet, así que sabía que posiblemente se iba a contagiar, pero por otros momentos pensaba en si no lo metía en un lío porque pensaba que con todas las lesiones que tuve en mi carrera no iba a ser un problema también para mi hijo", relata Ariel.

"Al final, con todas esas cosas que pensaba, ese decreto, el temor de las lesiones que yo tenía, lo hablé con Matías y me dejó claro que quería seguir esto también. 'Cada uno toma sus propias decisiones y elige qué camino seguir', me dijo. Y es verdad, uno cuando se va haciendo grande y va creciendo siempre elige qué camino tomar".

Y agregó: "Siempre está esto del legado. A veces es positivo, otras veces negativo. Los padres a veces creen que sus hijos canalizan todo lo que uno fue o todo lo que uno no llegó a ser, y es algo que puede ser negativo por las presiones y demás. En nuestro caso somos muy concientes, Matías es muy libre y su carrera va hacia donde quiere llevarla con sus decisiones. La verdad es que yo disfruto mucho verlo jugar, me pongo muy nervioso porque es mi hijo y quiero que siempre le vaya bien, quiero lo mejor para él, pero lo disfruto porque hace lo que le gusta".


EL RECUERDO DE ARIEL COMO JUGADOR

Ariel tuvo una marcada trayectoria en Liga Nacional, consiguiendo dos títulos

Ariel tuvo una trayectoria de mucho prestigio dentro de la Liga Nacional, algo que se resume con 14 de sus 16 años de carrera dentro de la máxima división. Desde 1985 hasta la 1998/99. Dos años con Sportsmen, dos más con Provincial, dos con San Andrés, uno en Comodoro, tres en Peñarol, uno en Regatas San Nicolás, uno más en Boca, otro regreso a San Nicolás con Regatas y una vuelta más a Peñarol.

"Tuve un par de años buenos, no sé si fueron de mucha gloria. Los primeros años en Liga con San Andrés, que nos fue muy bien porque eso me llevó a la selección, ganamos 15 partidos seguidos con León Najnudel... ahí me sentía realmente muy bien. Después en Peñarol también, ahí fuimos campeones pero fue un año donde me rompí justo el tendón de Aquiles, en Boca salimos campeones también y fue otro año donde me sentí bien. En Regatas San Nicolás, antes de irme a Boca, también fue un buen año", recuerda el histórico tirador.

No era una época fácil de destacarse pero Ariel lo hizo, y esto teniendo en cuenta lo que manifestamos anteriormente, con ese karma de las lesiones. No fue un impedimento para que haga una carrera bárbara, siempre con su forma de ser frontal y auténtico más allá de sus sobresalientes condiciones en el juego. En aquellos años, dejar una huella sabiendo que había otros excelentes jugadores en su puesto, no era para nada simple.

"Eran todos buenos en mi época. Espil, Campana, Racca, Dominé, había americanos también. Había que defenderlos a esos jugadores, pero también ellos me tenían que defender a mí... igual a mí no me defendían, me mandaban un picapiedra que me saque del partido (risas). Si uno se pone a ver las temporadas que tuvo buenas buenas dentro de su carrera, salvo algunos que son marcianos y que juegan todos los años bien, son contadas con los dedos de las manos. Lamentablemente a mí me pasó de tener muchas lesiones en mi carrera, en los 16 años que tengo de carrera".

¿Qué recuerda de papá Ariel? Sin dudas que más allá de haber nacido con un amor a la naranja que se transmitió vía sanguínea, Matías tiene sus primeros recuerdos de su papá recién en los últimos años de su carrera. Ya después de los títulos ligueros con Peñarol y Boca, y en su regreso a Rosario para quemar sus últimos cartuchos como jugador. En Temperley, ese querido club del barrio y familiar, y también en otra conocida institución de la ciudad como Sportsmen Unidos.

"Los recuerdos que tengo de más chico era cuando ya mi viejo jugaba acá en Rosario, porque cuando jugó la Liga todavía era muy chico. Recuerdos en nuestro club de barrio, de Temperley de Rosario. Estábamos en la B, habíamos ido a jugar y recuerdo ese ascenso que tuvo el club. Por ahí ese amor por el club de barrio es uno de los mejores recuerdos que tengo de mi viejo jugando".

"Obvio que vi videos de mi viejo en sus tiempos de Liga Nacional, pero recuerdos de verlo jugar son muy poquitos, como que tengo fragmentos. Acá me acuerdo que estaba jugando en un equipo de la C, de la liga de Santa Fe, ascendieron a lo que era la Liga B en su momento y lo pude ver bastante. Después un poco más grande, en los partidos de verano y algunos que hacíamos en el club, ya lo pude cagar a goles (risas)".

"No tiene recuerdos de haberme visto jugar bien, porque después me volví medio desastrozo" agrega entre risas Ariel. "Mati tiene un pantallazo de mi etapa como jugador, porque no era lo mismo a los 40 años que cuando tenía 25, eso seguro".


MATÍAS Y UNA PASIÓN DESDE LA CUNA

Rápido amor entre Matías y la naranja (foto: Básquet Rosario)

Matías sin dudas que tuvo contacto con la disciplina desde sus primeros días. Claro que tiene sentido común, ya que cuando nació (enero de 1994) su papá estaba en Mar del Plata jugando para Peñarol. Fue el segundo de los tres años que estuvo Ariel en el Milrayitas entre el 92 y 95, y esa misma temporada Matías vino con la corona de campeón bajo el brazo, ya que en aquel entonces los marplatenses se alzaron con el título de la LNB.

"Tengo fotos ya jugando al básquet desde muy chico. Con el paso del tiempo, y hablando con amigos o mis compañeros del básquet me di cuenta que arranqué a jugar 5-6 años antes que la mayoría, por ese tema de estar metido en el básquet desde que nací. Cuando arranqué mi viejo estaba jugando Liga en Mar del Plata. Mi viejo estaba en Peñarol y yo empecé a jugar en Kimberley. Me pasó que por ejemplo había llegado a U13 y ya tenía como 6 o 7 años ya jugando al básquet, entonces como que desde siempre jugué y para mí fue algo que se dio de forma natural", explica Matías.

En ese sentido, Ariel revive algunos pantallazos de cómo eran esas situaciones de Matías siendo todavía bebé y esas escapadas hacia la cancha mientras el equipo practicaba. Para la 98/99 Ariel había vuelto a Peñarol en lo que sería su última temporada en la máxima categoría, mientras que el pequeño Matías comenzó a tener su primer contacto con un club de básquet. No obstante, desde el proceso anterior en tierras marplatenses ya existía ese lazo.

"Apenas caminaba y ya se metía en la cancha, y agarraba la pelota. Desde que nació prácticamente, porque al tenerme a mí dentro de la cancha ya se metía, capaz en alguna práctica, corría y entraba a la cancha", relató Ariel.


UNA SITUACIÓN EN UN JUEGO DE LAS ESTRELLAS

Ariel con tres equipos donde jugó Liga Naciona: Boca, Peñarol y Gimnasia de Comodoro (foto: Pablo Cabial)

La primera señal que se le viene a Matías sobre aquella fuerte imagen que su papá representa dentro de la historia de la Liga Nacional fue para una edición del Juego de las Estrellas. Hace poco más de una década se celebraba un partido exclusivo entre leyendas de nuestra liga, y varias de aquellas entregas contaron con la presencia de Ariel. El joven escolta de Salta Basket explica una situación particular que vivió con su papá como protagonista, donde sintió un poco del peso de su padre a nivel histórico.

"No lo recuerdo jugando tanto a mi viejo, entonces por ahí separar esas dos facetas se me hace fácil. No es que lo llegué a ver jugando 5-6 años de Liga, no llegué a verlo desde afuera y ver todo lo que generaba mi viejo. De los primeros recuerdos que tengo de todo eso que generaba fue en un Juego de las Estrellas, cuando se hacían los partidos de las Leyendas. Recuerdo que íbamos por la calle y la gente lo paraba a cada rato para saludarlo".

"La gente te lo puede contar, pero verlo ahí sin que nadie te lo diga, presenciarlo vos, es diferente. Y es hasta el día de hoy, que a cualquier cancha que vaya que vienen dos o tres personas que se me acercan y le mandan saludos a mi viejo, que preguntan por él. A todos lados donde vaya. Y la verdad es que eso es algo muy lindo porque, más allá de que jugaba bien y era el mejor tirador, a mi viejo lo tienen como un tipo que dejó un grato recuerdo y se nota que es muy querido en el ambiente. Te diría que de cada 10 partidos de visitante que tengo, hay 9 donde siempre sí o sí se me acerca alguien para hablarme de mi viejo".

Por su parte, Ariel cree que mucho de esa exposición y reconocimiento que tuvo en aquel entonces en Mar del Plata es debido a la relación entre la ciudad y un club donde el histórico escribió parte importante de su reconocida carrera. Recordemos que fueron cuatro temporadas en Peñarol (92/93, 93/94 campeón, 94/95, y un regreso para la 98/99).

"Para mí la situación en Mar del Plata fue diferente, en Peñarol fue especial y por eso quizá me pasaba esto de que me paren en la calle, porque por suerte tengo un muy lindo recuerdo de allá y hay mucha gente que me aprecia".


LOS CONSEJOS DEL PADRE

Cuando ese padre fue jugador, y tiene en consecuencia un amplio recorrido y una fuerte trayectoria de años encima, sin dudas que hay una difícil misión en cuánto se puede aconsejar a los hijos sobre este mismo camino a seguir. En algún punto se trata de no pasar ciertos límites, porque no solo está en el hecho de entender que el camino lo hace cada uno a su propia manera sino que además se trata también de qué cosas se pueden recomendar en base a la experiencia que tuvo uno. En este caso, Ariel tiene una teoría y cuenta cómo vivió toda esta situación con Matías.

"De chico y hasta algunas veces ahora trataba o trato de darle consejos. A veces uno como padre y el haber sido jugador, se pone un poco pesado. Yo lo reconocí a eso, el día que me dijo 'papá, no me rompas más' (risas). Pero la verdad es que cada uno tiene su forma de ser, algún consejo se le puede dar pero después lo puede tomar o no, depende de él, y lo hace a su manera. Eso me parece que demuestra personalidad".

"Nunca fui de guiarlo mucho más, algún consejito o alguna indirecta para ver cuál era su reacción, pero nada más. Lo puedo aconsejar en algún partido de básquet, o con algo en lo que a mí me salió bien, sino sería un hipócrita o un caradura. Puedo aconsejarlo de algo que me haya salido bien en mi carrera, no de algo nunca hice o me salió mal. Yo en ese sentido estaba aconsejándolo. Si me ponía a decirle que la pelota puede ir mejor por acá que por allá, la verdad es que también Matías tiene su propio estilo de juego y eso hay que respetarlo. Lo que hay que tratar de hacer no sé si es enseñar, pero sí aconsejarlo sobre cosas que pueda hacer".

En este caso aclaremos que no tiene mucho que ver con la trayectoria que haya podido fabricar ese padre, sino que tiene que ver más con una tendencia hasta habitual de protección, de saber que hay cosas que los hijos tienen que vivir para entenderlas pero que a veces cuesta porque en la vida hay situaciones duras de atravesar y ahí puede existir un temor. No obstante, dentro de esa personalidad que Ariel destaca de su hijo, sin dudas sabe que las recomendaciones tal vez no sean desencadenantes de otros hechos, sino que más que nada son importantes para ayudar a dar o abrir ciertos rumbos.

"Nosotros no podemos evitar que nuestros hijos se den golpes, porque tienen que vivir con las decisiones que toman. Lo que podemos hacer como mucho es ponerles un casco, en el sentido de 'avisarles' que tal cosa puede resultar de una forma, porque para uno que vivió situación familiar salieron de esa forma. Es lo único. Si le pasa, ya tiene el casco puesto y puede que sea más leve. Pero cada uno toma su decisión y a veces uno aprende mucho más de los errores que de los aciertos. Si uno es inteligente y se sabe recuperar, sabe que hay cosas que seguramente no hará más o tomará otro tipo de recaudos. Porque también hay una realidad: vivir siempre en el éxito es una mentira".

Matías en cambio entiende que las experiencias se tienen que vivir de forma individual y que ese es un concepto de crecimiento. No se aprenden por experiencias ajenas aunque sí pueden servir como ejemplos o ensayos de otros, sino que se asimilan una vez que uno convive con esas situaciones y a raíz de eso tiene un aprendizaje.

"Hasta los más ganadores pierden más de lo que ganan. Las cosas pueden pasar, y uno las tiene que vivir con sus propias armas, tener sus propias experiencias. Sería como contarte una película que no viste y creer que la podés interpretar o sentir de la misma forma que alguien que sí la vio, no es lo mismo. Uno tiene que vivir todas esas cosas".

Respecto a los consejos dentro del básquet, Matías recuerda no solo esa faceta de poder hablar abiertamente con su padre sino que también recuerda la situación de haber sido dirigido por él cuando todavía era un cadete. En momentos a la par, con personalidades tan similares que a su vez se igualaban por varios pasajes de esos recuerdos.

"En los partidos siempre hablamos mucho de básquet, de hecho tenemos muchos momentos donde nos sentamos a hablar esas cosas. Pero en ningún momento mi viejo me presionó o me decía que hacer las cosas de una forma puntual. Quizá algún comentario, opinando entre los dos, pero bien, dejándome ser también".

"Cuando era U15 mi viejo era mi entrenador y yo lo tenía que andar frenando para que no mate a ningún árbitro (risas). Ese estilo de relación tenemos, nos llevamos muy bien, nos queremos mucho y nos acompañamos siempre. A mí por suerte desde muy chico me cayó la ficha de mi viejo, entonces nunca lo sentí como algo negativo al tema de jugar y la huella que dejó él dentro del básquet. Jamás me sentí condicionado a eso".


UNA DE LAS TANTAS ANÉCDOTAS EN TEMPERLEY

En Temperley de Rosario, el club de barrio, compartieron gratos momentos

En Temperley de Rosario, ese club de barrio por el cual pasó toda la familia y donde desde el abuelo hasta el hijo son reconocidos, los Bernardini compartieron una época de básquet que iba del club a la casa y de la casa al club. ¿Como compañeros? No, con su padre como entrenador y un joven Matías en categorías menores (y antes de comenzar su recorrido profesional) en la institución de Ayacucho al 2167.

"En ese equipo estaban mis amigos de toda la vida y a mi papá lo conocían desde que tenían 5 años, así que como relación era algo complicado marcar un límite. Entonces como que terminábamos de jugar y por ejemplo después nos comíamos un asado mi familia con la familia de otro compañero, y mi viejo, el entrenador, pasaba a ser uno más. No había límite, pero eran bastante graciosos todos esos momentos que se daban. Buenos, porque la verdad es que aprendimos un montón, pero a su vez fue muy cómico compartir equipo con mis amigos y él", recuerda Matías.

Ariel por su parte cuenta lo habitual que es en los barrios esto de dirigir a chicos que uno conoce desde muy pequeños. "En los clubes de barrio se da mucho esto de que los técnicos de un equipo dirijan a chicos que conocen de toda la vida. Es un poco inevitable, es el barrio, uno se conoce con todos, a los chicos desde muy chiquitos, y después los tiene en la cancha jugando y dirigiéndolos".

Y con el paso de los años, esa sensación de siempre querer ayudar y acompañarse estuvo latente. "Me volvía loco no poder estar dentro de la cancha para colaborar con su desarrollo y su crecimiento en el juego", relata Ariel al explicar qué pasaba por su cabeza cuando su hijo comenzaba a dar pasos cada vez más grande a través de los equipos que fue recorriendo al día de hoy.

"Lo volvía loco que no la tire más (risas). Me pasó siendo juvenil o U23 inclusive, que me la pasaba esperando jugar en equipo pero eso no sucedía, me la pasaba siempre en una esquina como un tonto. Por otro lado, el básquet cambió mucho de cómo se jugaba antes a cómo se juega ahora. Entonces como que muchas veces no coincidimos tanto por el mismo cambio que veo entre las formas", completa Mati, agregando una cuota de humor a esos momentos de su padre mirándolo desde afuera de la cancha y un joven escolta que hasta hace apenas unas temporadas pasó a ser ficha mayor.


LA UNIÓN MÁS ALLÁ DE LA DISTANCIA

Matías disputó la última temporada de Liga Argentina con los Infernales (foto: Salta Basket)

Como todo jugador, hacer las valijas y emprender varios kilómetros de viaje conlleva todo un sacrificio. Y Matías en este caso ha tenido que viajar entre varios destinos a lo largo de su aún joven carrera. Desde su Rosario natal pasando por Capital Federal, San Francisco, Brasil, Colón, Río Gallegos, La Banda, Mendoza y recientemente Salta. El contacto constante con su papá y toda su familia, es periódico y frecuente.

"Estando lejos nos mantenemos comunicados siempre igual. Casi siempre hablamos después de cada partido, o llamo acá a mi casa o me llaman ellos a mí. Si pasa algo hablamos también. En el acompañamiento bien siempre. Lo único que sí es que cuando tuve la oportunidad de que me dirija, de chiquito, era U15 y recuerdo que salimos campeones con esa categoría, ahí sí nos peleábamos bastante. He tenido algunos días donde lo mandaba a la mierda (risas)".

"Por este tipo de relación que te decía que tenemos a veces nos llevábamos así. Mi papá es un nene en realidad, se enojaba con los árbitros y por ahí yo tenía que estar frenándolo, cuando a veces pensás que debería ser al revés (risas). Después veníamos a casa y nos la agarrábamos, le decía que nos hacían perder por culpa de que se ponía a discutir. Cosas así, pequeñas, la verdad es que en esa época nunca nos peleamos más de un rato y llevamos una relación sana y de mucho apego".

"El carácter lo tengo un poco de los dos. La realidad es que no nos pasó nunca de tener alguna pelea fuera de la cancha, cuando me dirigía quizá sí porque soy medio calentón (risas), pero solo eso, siempre quedó ahí. En ese sentido la llevamos más que bien, y somos bastante parecidos aunque también tengo cosas de mi mamá".

Ariel por su parte, al conocer la vida nómade de todo jugador de básquet por haberla vivido en carne propia, sabe que esto de mudarse de un lugar a otro son gajes del oficio. Hoy lo disfruta y mucho por estos días en Rosario a raíz del aislamiento social y obligatorio que se vive a nivel nacional, pero claro está que de todas formas se lo extraña cuando arma los bolsos para partir.

"En parte a mí me pasó de acostumbrarme un poco más a tenerlo lejos, porque al yo también haber hecho esa vida y estar de un lado para el otro, como que sé que eso es algo común dentro del camino que eligió seguir. Para la madre no, la madre lo extraña mucho siempre, va a tener 40 años y va a seguir siendo el nene. De todas formas, aunque yo estoy medio acostumbrado, por supuesto que lo extraño cuando está lejos".


CADA UNO ESCRIBE SU PROPIA HISTORIA

Ariel en Peñarol y Matías en Temperley (foto: Pablo Cabial y Diario El Ciudadano)

El apellido Bernardini cuenta con una rica trascendencia dentro de Rosario, como así también a nivel provincial y nacional. Pero claro que, como hemos explicado en más de una oportunidad, eso no indica que exista un camino predestinado dentro de la familia, sino que cada uno es libre de sus elecciones y esas reglas están muy acordadas.

Y en una teoría de cortar ese cordón umbilical, de ponerse en el rol de padre y sacarle a su hijo el hecho de seguir un legado deportivo heredado, Ariel nos sitúa en este perfil de que el tiempo de uno, de ese histórico, ya quedó atrás y se vivió; y que desde estos últimos años se trata de cederle más el lugar a su hijo para que pueda brillar. Hablamos también de cómo ese apellido no tiene que representar una carga.

"El que tiene que cortar el cordón umbilical es el padre. Siempre lo dejé hacer lo que quisiera, no me metí en absolutamente ninguna decisión que pueda tomar él sobre sus cosas. Eso también lo ayuda para que sea él mismo. La realidad es que yo soy una persona y mi hijo es otra. Siempre se lo dije a eso, que yo ya viví toda esa parte de jugador y que ahora le toca a él. 'Vos sos otra persona, no tenés que andar viendo qué hice o no hice yo para ser vos', recuerdo que eso lo hablamos. Si no cortás ese cordón siempre vas a querer estar influyendo en lo que tu hijo hace, y eso lo hace depender mucho de vos y del apellido. Y la verdad es que no es así, desde el lugar del padre hay que aprender eso".

Por su parte, Matías toma esto del apellido con otra naturalidad. Por supuesto que tiene su lógica, ya que estamos ante un chico que desde que nació convive con el básquet, es un completo apasionado en lo que hace y en su rol profesional, y que también disfruta de dirigir su propio camino basquetbolístico sin vincularlo al de su padre. Por sobre todas las cosas, la explosión tempranera que tuvo Matías es un handicap para que no exista imagen alguna, sino que simplemente se trate del hecho despegar sus alas y seguir su camino con su propio esfuerzo.

"No tengo recuerdos de haber sentido que tenía que jugar bien por ser el 'hijo de...'. Lo que sí creo que me ayudó mucho es que desde muy chico tuve la suerte que desde ya en U15 quedé en la selección, y que recorrí toda esa etapa de formativa hasta U19 siempre estando en selecciones. Siempre me fue bien siempre, entonces me pasó que desde ya muy chico pude hacer mi propio camino. No mi nombre, pero de a poquito pude ir haciéndome conocido, con los torneos y demás".

"La verdad es que la presión de esa imagen como jugador de mi viejo nunca la sentí. Me acuerdo que cuando me fui de acá de Temperley, que tenía para irme a Peñarol u Obras, había hablado con Robles y me dijo que vaya para el club por el nombre que tenía armado con mi viejo, y eso hizo que yo quiera irme a Obras como para tratar de separar un poco eso, de hacer mi propio camino. Tenía ganas de arrancar de cero, hacer mi camino".


EL MOMENTO DEL SALTO PARA MATÍAS

Matías jugó para Olímpico de La Banda en la 2017/18

Claro está que uno de los momentos más importantes para la vida de un joven que quiere perseguir sus sueños de básquet es cuando parte de su hogar, cuando sale a recorrer la ruta con una mochila llena de ilusiones para tener sus propias experiencias y hacer su propio camino. Pero claro que en este caso, a Matías las oportunidades se le presentaron con una temprana edad, teniendo múltiples experiencias antes de dar ese envión que prácticamente es definitivo.

"Matías terminó la secundaria y después se fue largando más. Eso era lo principal para nosotros como padres, porque si quizá la hubiese querido dejar no se lo íbamos a permitir. Pero bueno, después en ese sentido es como que ha tenido varios pasos, varios escalones desde muy chiquito. El Mundial U19; en Mannheim, Alemania, donde invitan a pocos jugadores de todo el mundo; fue campeón sudamericano también. La verdad es que cuando lo vi haciendo su camino fue decir 'seguí nomás hijo, disfrutá y seguí'", cuenta Ariel.

A su vez, el doble campeón de la Liga Nacional compara la situación de su hijo con la suya personal y reflexiona sobre la importancia de dejarlo volar a Matías y que viva su vida siguiendo las cosas que lo hacen bien. Lo único que importa, desde ya, es la fecilidad de su familia y el seguir lo que tanto a uno lo reconforta. Si Matías o su otra hija (Magui) lo necesitan, cuando fuese necesario, ahí siempre van a estar los padres para acompañarlos y hacerles el aguante.

Sé que Matías no va a pasar por cosas como las que pasé yo, porque a mí me pasó de dormir durante 15 años en la cama de mi viejo, una cama que se caía a pedazos. Mi hijo mientras esté haciendo lo que le hace feliz, mientras esté jugando, que siga haciendo todo lo que le hace bien. Acá siempre va a tener todo lo que necesite, acá siempre va a tener su casa. Nunca le va a faltar nada. Después obviamente empezará a hacer sus cosas, a abrirse mucho más. Pero seguirá haciendo las cosas que tan bien le hacen y mientras lo haga nosotros como padres estamos felices por él. Quizá en este país es muy difícil hacerse un buen colchón para después en unos años no dedicarse a nada, pero yo estoy tranquilo que tanto a Matías como a mi otra hija nunca les va a faltar nada. Mientras sean felices yo también voy a estarlo.

Repasemos lo siguiente, ya que yéndose a Obras para desarrollarse en las inferiores del club de Avenida del Libertador, ese arranque apareció rápidamente. Si a esto le sumamos los viajes de días y semanas con las selecciones formativas, todo fue dándose de forma tan natural que desde siempre en la cabeza de Matías estuvo la intención de seguir estos rumbos basquetbolísticos. Más allá de que tuvo en el medio un periodo de regreso a Rosario, las oportunidades que le fueron apareciendo las tomó y así simplemente su recorrido deportivo se echó a andar.

"De chico ya sabía que iba a ser jugador y que me iba a dedicar a esto. No sé si existió algún clic en ese sentido. Lo que pasa es que al haber arrancado desde una edad tan temprana es como que desde que tengo memoria juego, los primeros recuerdos son así, y desde siempre busqué ser jugador. Después obviamente que todo lo que me pasando, con esto de la selección y demás, me fue motivando a más y me llevó a darle una vuelta de rosca, como entrenar más, cuidarme más. Pero desde chico siempre quise jugar al básquet", explica Matías.

Viniéndonos un poco más acá en el tiempo, Matías cuenta y relata en carne propia lo que significa el esfuerzo y sacrificio que conlleva ser jugador profesional. No poniéndolo como una excusa o algo que se sufra, lejos está eso de la realidad que hoy el perimetral de 26 años disfruta, sino que desde las vivencias y complicaciones que le tocó atravesar en algunos años.

"Hoy en día el esfuerzo que hace un jugador de TNA o de Liga es muchísimo, se entrenan muchas horas, uno deja muchas cosas de lado y cuando uno tiene que poner cosas en la balanza hay otras situaciones. El año con Rivadavia lo disfruté muchísimo, y este año arranqué un poco mal. Ahí por ejemplo me replanteé si volvía a jugar o no, pero llegué a Salta y la verdad es que viví un lindo año".

"El jugador de básquet desde hace ya varios años que es muy profesional, en su conducta y en cómo se maneja. Desde el Federal hasta la Liga, tenés jugadores muy profesionales. Todos disfrutamos lo que hacemos, creo que esa es la motivación que tenemos, disfrutamos jugar y hacemos lo que nos gusta. Estamos en una competencia linda, de casi 10 meses, y me parece que sin equivocarme somos el mejor básquet de Sudamerica, y hasta te diría que de Centroamérica también. Me ha tocado jugar en torneos internacionales con la Liga Sudamericana o con Rivadavia por ejemplo que hemos ido a jugar amistosos a Chile, la verdad es que estamos un paso adelante del resto".

Vinculado a esto, cabe recordar que Salta Basket, el reciente equipo de Matías, viene de un 2019 histórico por su participación dentro de la Liga Sudamericana. Fue la primera vez que un equipo del ascenso se ganó su derecho a participar de una cita internacional de tal prestigio, con los Infernales realizando una experiencia por demás sorprendente y emotiva, quedándose a tan solo un paso de entrar en la definición del torneo pero arribando a unas meritorias y dignas instancias de semifinales.

"Esta temporada que pasó en Salta a nosotros se nos escapó entrar a la final porque Botafogo nos metió un doble en el último segundo. Pero si nosotros ganábamos ese partido, con los resultados que se dieron pasábamos. Y nosotros éramos un equipo del TNA, jugando contra equipos de primera de Sudamerica, ellos teniendo más extranjeros inclusive. Fuimos con los uruguayos con ellos ya estando eliminados y nosotros jugándonos para llegar a la final, y se definió todo en un segundo, estuvimos a nada de pasar. Eso habla mucho del básquet argentino y de lo competitivo que es en el continente", contó Matías, subrayando el prestigioso nivel del baloncesto nacional.


DE PADRE A HIJO, DE HIJO A PADRE

Tanto Matías como Ariel tuvieron pasos por diferentes seleccionados argentinos

Sin dudas que el fuerte vínculo que sostienen Ariel y Matías es notable, único, un lazo de amor puro dentro de una relación hasta de compinches, de dos personas que disfrutan muchísimo ese ida y vuelta que tienen. Jóvenes y divertidos en su interior, sin perder inocencia entre ambos y esa unión tan sólida que tienen.

Por eso solo tienen para repartirse elogios entre sí. Orgullo, amor, respeto y adoración son palabras que describen el sentimiento mutuo que se tienen entre ambos, y tanto Ariel como Matías trataron de poner en palabras un poco esa devoción que sienten por el otro.

"Estoy orgulloso de mi hijo, Matías tiene una vida muy sana. Y aparte tiene un enorme valor para enfrentar las cosas que se le presentan. Puede salirle bien, mal, regular, pero lo que tiene sin dudas es muchísima valentía para hacerle frente a las cosas tanto dentro como fuera de la cancha. Si le dejé ese legado, yo me voy satisfecho con mi tarea como papá. Errores siempre tenemos, pero en ese sentido, con mi hijo, yo estoy orgulloso. Más allá de si juegue bien o mal al básquet, eso no importa. Vivir con valentía y hacerle frente a todas las cosas como Mati lo hace, es lo más importante. Lo demás es secundario", contó un Ariel auténtico y transparente.

A su vez, agregó como reflexión general: "Cuando somos padres, si nosotros encaminaríamos bien a todos nuestros hijos, les daríamos los mejores consejos y demás, la sociedad no estaría tan podrida como lo está. No nos damos a veces de esto, porque parece trivial y hasta es continuo, es hacer un trabajo del cual te tenés que sentir orgulloso pero tampoco darle demasiada importancia porque es constante. Si nosotros hiciéramos algo así estaríamos mejor todos, los chicos estarían mucho mejor de lo que están en la calle".

Por su parte, Matías devuelve ese cálido mensaje de papá y, fiel a su imagen y enorme cariño, destaca el apoyo y el acompañamiento que recibió de Ariel en todo momento. Hasta como un amigo más en alguna que otra ocasión, en ese vínculo tan genuino y sincero que reconforta, que por momentos emociona por esa fidelidad que se puede presentir desde muy lejos y que ambos corroboran en cada palabra.

"A mi viejo lo adoro. Siempre me apoyó en todo, en todo, y sé que siempre puedo y voy a poder confiar en él, junto a toda mi familia. La gente lo quiere y respeta tanto que me pone muy contento y orgulloso de la persona que es, porque es mi viejo. Para que te des una idea de cómo nos llevamos, nosotros nos peleamos hasta para ver quién juega primero a la play, siempre tuvimos una relación muy cercana y linda en ese sentido. Es más, muchas veces me enojo con mi viejo por ser tan bueno y puro, por ser tan transparente. A veces me enojo porque no se hace respetar y algún boludo lo quiere pasar por arriba opinando, pero es su manera de ser y también demuestra que está altura como persona. Es mi viejo, y sin dudas estoy muy orgulloso de que lo sea".

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