LNB · 16 de July de 2017

San Lorenzo

Gabriel Deck y el festejo del JMV

Tortuga fue elegido Jugador Más Valioso de las #FinalesLaCaja. El festejo con sus seres queridos en el medio de una noche colmada de alegrías. En la foto, Gabriel con Iván Ferrando, Director de marketing y comunicación externa de La Caja, y Gerardo Montenegro, vicepresidente 2º de AdC.

Por Matias Traversa

La bocina en la mesa de control decretó el bicampeonato de San Lorenzo. Las emociones en Boedo explotaron y se convirtieron en festejos alocados. Antes de sumarse, Gabriel Deck cruzó la mitad de cancha a ritmo “Tortu”, se alejó del ruido, saltó sobre las luminarias publicitarias y le regaló la camiseta número 14 a Nora.

Nora es la mamá de Tortuga, ese enorme deportista silencioso nacido en Colonia Dora, que te llena los ojos de básquet. Ella la agarró con amor, se abrazó a la camiseta de su hijo y se emocionó. En esa entrega quedó sellado mucho más que la ropa para guardar en el museo. Allí hubo agradecimiento, reconocimiento, orgullo, realización, humildad, sencillez… y mucho amor del hijo campeón a la madre reluciente. Esos segundos únicos de festejo, Gabriel se los dedicó a su vieja. 

Segundos después, se anunció el Jugador Más Valioso (JMV). Los hinchas, sin pasar por las urnas, ni conocer la decisión de los periodistas, se adelantaron al fallo. Gabriel Deck, con solo 22 años, dominó con su juego a lo largo de toda la temporada y se quedó con un merecido premio al mejor jugador de las #FinalesLaCaja.

Caminó lento. Subió con pachorra a recibir el premio con la alegría por adentro, entre algunas sonrisas, con la red colgada en el cuello, y lo obsequió. Con grandeza. Con su indice derecho señaló a sus compañeros, su mirada recorrió el lugar en donde el equipo estallaba de alegría por el pibe consagrado con el JMV en sus manos. Luego buscó a su familia y amigos, y les regaló el premio. Lo levantó con su mano derecha, lo sacudió un par de veces, y se preparó para que los flashes explotaran en su rostro.

Deck es un todo terreno, uno de esos que se ven de vez en cuando, de los que llevan el potrero en su juego. De los que parecen haber jugado toda la vida, y su carrera recién comienza. De los que regalan los premios. Altruista, en la vida y en el juego. Un pibe alegre, que apostó a cambiar, decidió como adulto, y ganó.

El final, tras sacarse fotos con todos los hinchas que lo frenaron (todos), fue otra vez en familia. Ahí lo esperaba la dueña de la casaca, con el JMV en mano, Joaquin (su hermano) y sus amigos. El abrazo interminable sobre el hombro izquierdo de Nora, escondió unas lágrimas (todos buscamos refugio en mamá) y el MVP festejó. Explotó a su modo, se fundió en los brazos de su mamá y su hermano. Lo esperaba Nicolás Aguirre, el capitán, con la Copa en sus manos. “Llamalo a Tortu”, gritó… Se miraron, sonrieron, se abrazaron y comenzó la merecida vuelta olímpica.

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