Informes Especiales · 28 de Junio de 2017

Regatas

MVP de corazón

Cómo desde la nobleza y el optimismo se puede liderar y transformar a un equipo bueno, en uno exitoso. Pablo Espinoza, el brillante actor de reparto del campeón del Norte, bajo la lupa de Carlos Altamirano.

Explota el Contte. Paolo Quinteros acaba de meter una bomba letal, a ocho metros, de esas que quiebran partidos. Y el Conde explota. Pero esa acción es el epílogo de un combo ideal: cinco segundos antes, Pablo Espinoza levanta a todos de sus butacas con una tapa infernal a Wood. Minutos más tarde Regatas celebrará el título del Norte, algo que nadie imaginaba en la antesala de la temporada. Ni siquiera ellos mismos.

Espinoza. De él se trata la historia. De uno de los personajes más queridos de la Liga Nacional. Dueño de un optimismo casi irreal. Carismático. Noble. Bonachón. Líder emocional… Sí, se le podrán achacar carencias en su juego, pero ninguna será por falta de compromiso. Está. Tiene muy claro cuál es el principal factor para ser parte de un equipo: hacer lo que fuese necesario para ganar. Parece simple y lógico, pero no lo es.

Espinoza. De él se trata el asunto. De un tipo con un biotipo exacto y un juego atlético poco habitual en tierras argentinas. Vuela. Su timming se conjuga con sus patas y la extensión de sus brazos, y provoca lucidez defensiva. Intimida en el 1vs1, ayuda siempre, rota a tiempo. Y corrige tiros. Sus tapas y rebotes, más que complementos, son estadísticas que ganan partidos. Pero sus datos subliminales son los que ganan series de playoffs. Sí, eso: se desvive por los detalles que jamás aparecen en la planilla.

Espinoza. Sobre él hay que hablar. A cerca de sus comportamientos ofensivos. No será el mejor jugando el pick and roll, ni se destaca al poner la pelota en el piso, ni en sacar ventajas abusivas posteado. De hecho, su mecánica de tiro es tan poco ortodoxa… No, meterla de 3 puntos no es su especialidad. Pero esta temporada tiene su mejor porcentaje. Jamás tomará un lanzamiento que no le corresponde. Será a pie firme, como definidor. Su equipo, uno de los mejores en sacar ventajas y castigar rotaciones, le ofrece buena selección. Sims, Paolo, Vidal y Ramírez Barrios entierran egoísmos. Pases, pases, pases. Con esa fórmula, Espinoza sumó calidad y cantidad en su anotación de larga distancia. E incluso, poco lo debilita que los rivales elijan, tácticamente, abandonarlo para que tome responsabilidades. Lo hará. Fallará. Volverá a fallar. Pero jamás se caerá mentalmente. Y también dará beneficios con sus cortes sin balón desde el lado opuesto. Y también será lapidario a campo abierto. Y también regalará infinidad de segundas chances ofensivas (¿es el mejor rebotero nacional?). Y hasta Picatto le dará una de las responsabilidades más importantes en momentos clave: será quién reponga de fondo o costado para asegurar un buen pase. Será todo lo que a simple vista se nota. Y será mucho más con los intangibles.

Espinoza. En él se focaliza esta novela. En el flaco que le da alegría al vestuario para eliminar ansiedades y nervios. En quien contagia con su increíble vibra para que todo parezca posible. Espinoza es alma pura, es contención y estímulo, es todo corazón. ¡Eso! El Negro es el MVP, de corazón.

Por Carlos Altamirano, en twitter @altamirano45. Periodista. Relator de básquet en DIRECTV Sports y DEPORTV.

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