Informes Especiales · 13 de June de 2017

LNB · Quilmes

Luca, el talentoso

Conocé la historia de Vildoza, la joya de Quilmes que brilló esta temporada antes de emigrar a España. El virtuosismo de pibe que impresionaba a todos, el crecer con un padre ex jugador, la racha de graves lesiones que debió superar, los momentos quiebre de su carrera, la explosión en esta campaña y los desafíos que vienen, el Baskonia y la Selección. Opinan cuatro entrenadores que lo formaron, su padre, un compañero de toda la vida y un rival top.

Por Julián Mozo

“Papá, no quiero saber más nada… ¡No juego más!”.

20 de septiembre de 2013. Miramar. El amistoso de pretemporada ante Lanús termina de la peor forma para Luca Vildoza. El base suplente de Quilmes salta para tapar a Federico Ferrini, quien intenta evitarlo poniendo el antebrazo y eso desestabiliza al pibe de 18 años. La aparatosa caída sobre su brazo izquierdo y los gritos de dolor presagian lo peor. Muchos se agarran la cabeza, en especial su padre, Marcelo, en la tribuna, cuando se da cuenta que la consecuencia es una fractura expuesta de cúbito y radio. Otra vez una lesión grave en la carrera de una de las joyas del básquet argentino, justo un año después de otra dolorísima, también en un amistoso y por ir ferozmente hacia las alturas. Esa, en 2012, había sido la fractura de ambas muñecas al buscar volcar una pelota ante Independiente de Tandil y, en este caso, resulta ser algo aún peor. Es lógico, entonces, que el drama invada a todos en el estadio. Otra vez esa sensación de incertidumbre, tristeza, injusticia, y un comentario que se repite como un mantra: “¿Cómo puede ser que este chico tenga otra lesión así?”. Luca es llevado al hospital del balneario y, en el ingreso, sentado en una silla de ruedas, shockea a su padre con esa frase lapidaria que inicia esta columna. “Yo me quedé helado y hasta se me bajó la presión, porque me dijo con seguridad que no quería jugar más. Para todos fue un momento de mucha tristeza y preocupación”, cuenta Marcelo. Cuatro años pasaron y hoy su hijo atraviesa su mejor momento. Explotó en esta Liga, fue el líder del Quilmes de las sorpresas y se encuentra a días de armar las valijas para sumarse al Baskonia español. Pero claro, antes, Vildoza debió pasar por los diversos procesos de aprendizajes, maduración y sufrimiento, como la racha de lesiones que tuvo eclosión esa noche en Miramar…

Aquella frase-reacción del chico puede parecer exagerada, pero no si se conoce el contexto, el historia de problemas físicos que fueron golpeando el cuerpo (y la psiquis) de Vildoza. “Tuvo una racha durísima. La peor fue esa en Miramar, pero hubo muchas otras. De chico tenía que parar de jugar por los dolores extremos en la espalda, que incluso lo sacaron de un Sudamericano U15. Y antes de la fractura de ambas muñecas, pateó una silla en la playa y se fracturó un dedo. Luego volvió a lesionarse, por stress, ese mismo metacarpiano en Bahía. Volvió a jugar con riesgo y así lo hizo en un Sudamericano, con mucho dolor. También hubo otra de tobillo, en los amistosos previos al Mundial U19 del 2013. Quizás esa fue la más frustrante porque se tuvo que volver desde República Checa. Recuerdo que estuvo todo el viaje llorando…”, rememora el padre. “Fueron muchas seguidas y pasé momentos muy duros, pero ya los superé y a no quiero ni hablar ni saber nada de lesiones”, dijo Luca hace poco en una nota con el diario La Capital. “Creo que muchas de ellas tuvieron que ver con que era tan joven que carecía de los músculos para bancar semejantes saltos, tanta potencia. Su cuerpo no estaba preparado para caer desde tal alto. Ese fue un aprendizaje, lo mismo que quitarse el miedo que después le había quedado”, analiza Leandro Ramella, DT que lo dirigió en el regreso de Quilmes a la Liga. “Tiene lesiones como para escribir un libro y si bien le hicieron perder mucho tiempo y le generaron sufrimiento, tal vez le templaron el carácter y terminaron sirviendo de algo”, razona Marcelo. “No cualquiera se sobrepone a situaciones tan complejas cómo esa racha de lesiones y a la edad que le pasaron. Hay que pensar que se perdió un campus NBA Without Borders, dos Mundiales de formativas y dos comienzos de Liga Nacional”, considera Luis Fernández, el coordinador de inferiores de Quilmes. Luca, además de superar temores, se acostumbró a jugar con dolor y hasta con lesiones. “En Necochea, con 13 años, tuvo que salir de un partido por el dolor de espalda y, tirado en el piso, vio cómo sus compañeros perdían la ventaja… Ahí se paró y me dijo que quería volver a entrar. Le dijimos que no, que se cuidara, pero insistió tanto que regresó al juego y, pese al dolor, lo terminó ganando”, recuerda Nicolás Mengoni, el DT que más lo dirigió en las inferiores de Quilmes.

La ligazón de Luca con el básquet fue inevitable. Su abuelo materno fue presidente del club Kimberley (MdP) y allí hizo los primeros palotes con la naranja, a los 4 años. Pero su abuela, fana de Quilmes, lo mandó un día a la sede de Luro y Guido y allí construyó su hogar, también por influencia de su padre. La madre jugó al básquet pero el “famoso” fue Marcelo, quien incluso fue campeón de la Liga, con el archirrival Peñarol y con buena participación, sobre todo en el partido 5, en el que anotó 27 puntos y 7 triples. Poco más de un año después, tras aquella consagración en 1994, nacía Luca. “En Peña jugué una sola temporada, en realidad mi club es Quilmes, el que mes trajo desde Tucumán junto a mi hermano. Pero yo no era un tirador, jugué de eso tras la lesión de Ariel Bernardini. Yo siempre fui un base medio pelo”, aclara con crudeza quien además jugó en Ferro y compartió equipo con un joven Luis Scola. Rápidamente, Marcelo aclara que Luca, armador como él, es de otra categoría. “No sacó nada de mí. Es muy superior en todo. Su madurez y capacidad de volver de lesiones tan traumáticas no tienen nada que ver conmigo, en eso más bien es como la madre, una leona”, opina.

Sin embargo, Luca y Marcelo siempre tuvieron una relación muy estrecha y el padre fue el espejo del chico, quien siempre se nutrió y se apoyó en sus consejos. De hecho, en la intimidad del club, se le criticaba a Vildoza que, desde adentro de la cancha, vivía mirando a su padre, como buscando aprobaciones o indicaciones. Un comentario que ratifica Luis Fernández, quien conoce toda la cocina del club. “Para mí no era grave, pero eso se escuchaba. Luego, con el tiempo, ya nadie dijo nada y él ya no miró a nadie”, completa, sonriente. “Sí, sé que a algunos entrenadores no les gustaba, pero era nuestra forma de comunicación. Imagínate que en mi casa no se habla de otra cosa, somos todos de básquet, la familia de mi mujer, la mía, mi hermano, sus hijos…”, intenta explicar. Y luego, sin pedirlo, Marcelo nos mete en la intimidad de cómo era la relación con Luca. “A veces estoy seguro que yo era insoportable, pero ojo que también él me lo hacía notar (se ríe). ‘No me digas más nada’, me gritaba. O me puteaba. Y es como dice Luis, un día me dejó de mirar. Yo, además, aprendí a ser más corto en mis comentarios y, a la vez, me di cuenta de que yo no estaba a su nivel. Con la lectura y velocidad de juego que tienen hoy, los jugadores ven mil cosas más que yo. Me limito a apretar el puño como gesto de fuerza o ponerme el índice en la sien para marcarle que se concentre más”, detalla el padre.

Luca fue siempre diferente. Desde premini. “Se destacaba en su división y jugaba siempre en una superior. Incluso, siendo mini, lo llevé a la Selección marplatense Sub 13 como camiseta celeste. No podía competir por reglamento, pero para que fuera viviendo lo que luego le tocaría. Ya te dabas cuenta que era un talento distinto”, explica Mengoni, quien lo recibió en Quilmes con apenas nueve años. “Lo que más me sorprendía era que cada objetivo lo consolidaba mucho más rápido que el resto. Por su ductilidad técnica y física, además de una gran permeabilidad al aprendizaje, cada ejercicio o indicación lo resolvía muy velozmente, fuera algo individual o colectivo. Y, además, la aplicaba en situaciones reales de juego. Enseguida nos dimos cuenta que tenía un don natural”, explica quien lo tuvo hasta los 15 años. Tomás Alonzo arrancó con Luca en premini y compartió todas las formativas hasta el Sub 17. “Lo hacía diferente la facilidad y elegancia que tenía para jugar. Desde mini tiraba pases de faja, bandejas lindas, tiros en suspensión, siempre mostrando un talento superior para la edad”, comenta su amigo. Mengoni relata una jugada que le quedó grabada cuando Vildoza tenía 10 años. “Recibió la pelota, esquivó al primero con un cambio de mano, hizo un giro invertido con faja incluida y dejó una bandeja pasada. Recuerdo que todos, desde entrenadores a padres, pasando por los mismos nenes y hasta los árbitros, quedaron maravillados porque no son jugadas que se ven a esa edad. El unir tantas virtudes en una misma jugada, la pureza de la técnica y el nivel de ejecución en un segundo me hizo pensar que estábamos en presencia de un extraterrestre”, cuenta Nicolás, quien intenta explicar su afirmación con un intangible que vio siempre en Luca. “Siempre tuvo una notable timming. Desde los 9 años, él anticipaba situaciones. Leía todo antes que nadie y ejecutaba en consecuencia. Y para su edad era algo muy llamativo”, analiza. El padre de Luca resume el placer que fue ver jugar a su hijo durante la etapa de crecimiento. “Siempre digo lo mismo: los que no lo vieron jugar entre los 8 y los 15 años no saben lo que se perdieron. Por eso, cuando Luca hacía cosas impactantes en la Liga, los únicos que no se sorprendían eran los padres de sus compañeros de divisiones inferiores”, comenta Marcelo.

En las anécdotas de Luca se repiten los mismos tres ingredientes: hazañas personales, jugadas increíbles y el asombro popular. Alonso, su amigo, recuerda una final en Bahía Blanca que no se olvidará jamás. “Cuando teníamos 13 años fuimos allá a disputar la final de un provincial de selecciones. Bahía nunca había perdido una final en esas categorías jugando en casa y Luca le sacó aquel invicto. Y que lo que más recuerdo fueron las cosas que hizo: triples, penetraciones, lujos… La gente de ahí no podía creer las cosas que veía y mirá que allá han visto a cada crack…”, rememora Tomás. Mengoni, en tanto, elige evocar un partido de los Juegos Bonaerenses, una final zonal, en la que Vildoza hizo una cosa por primera vez que dejó perplejos a los espectadores. “Luca robó una pelota en su cancha, corrió y saltó como para dejar una bandeja… De repente, vemos que sube, sube y ¡la vuelca! Era la primera vez que lo veíamos hacerlo. Y en ese momento Luca tenía 15 años y era de una estatura media baja… Toda la gente se quedó helada y se escuchó el clásico uuuhhh en clásica señal de admiración y sorpresa”, describe Nicolás.

Todos, además de destacar la calidad, hablan de rasgos positivos en la personalidad de Luca. “De chico me llamaba la atención que nunca dejaba expuesto o mal parado a un compañero o a un rival. Lucas sacaba sus ventajas, pero si él podía lograr una acción que beneficiara al equipo, mejor. O si podía evitar ridiculizar a un adversario, aún mejor. Lo hacía desde chico y eso es un gesto muy valorable porque a veces los pibes no toman conciencia de la vergüenza que le puede dar un rival, tapando un tiro o sacándole la pelota de las manos. Pero él nunca dejaba en evidencia a nadie y eso habla de sus valores. Siempre mantuvo su competitividad alta, pero a la vez sin dejar de tener una empatía con el rival, incluso como adulto”. Mengoni lo asegura y enseguida vienen a la memoria las fotos de hace días charlando con Franco Balbi minutos antes del Quilmes-Ferro y de un duelo de bases esperado por todos en la Liga. Alonso, que convivió años con él como compañero, va todavía más allá. “Te diría que como compañero fue mucho mejor que como jugador. Siempre estaba preocupándose por el resto, buscando ayudar. Una figura muy solidaria, que siempre ponía el equipo por encima de las individualidades. Eso sí, dentro de la cancha y cuando las papas quemaban, la pelota siempre la agarraba él, como sigue haciendo hoy”, completa Tomás con una carcajada. Mengoni asiente. “Luca siempre tenía en cuenta al compañero y buscaba ayudarlo a mejorar, con una explicación, una demostración o un aliento. El aspecto humano, el sentido de equipo, lo acompañó desde muy chico. Siempre estuvo atento a resignar protagonismo para que otro se sintiera bien. Nunca fue un chico pendiente de su éxito, de sus resultados”, resalta Nico.

Cuando se habla de un quiebre, el padre no elige un momento. “Fue un crecimiento continuo, yo no noté un salto marcado en su carrera". Alonso, en cambio, puntualiza un par de etapas en la que su amigo tuvo el famoso click. “Algo bien marcado se empezó a notar partir de Sub 15 porque ya estaba en las selecciones juveniles de Argentina y se destacaba, aunque el definitivo lo hizo en los playoffs del TNA (2012/2013), cuando Quilmes logra el ascenso con él como figura”, detalla. Su padre, asegura, siempre le auguró un gran futuro. “Que iba a ser mejor jugador que yo no había dudas, y que podía jugar en la Liga nos dimos cuenta cuando el Loro (Maffei) lo empezó a usar con 16/17 años como si tuviera 22 y él jugaba como si nada”, reconoce Marcelo. Ramella lo conoce bien, desde chico, pero cuando volvió a Quilmes para dirigirlo en el TNA quedó impresionado “con los destellos de talento y su capacidad de salto”. Una época donde ya había superado una disyuntiva que lo había acompañado por varios años. “Muchas veces hablábamos si debía ser base o convertirse en escolta debido a su potencia y poder anotador. Pero él siempre sostuvo que prefería ser armador, así que tratamos de orientarlo en ese sentido”, explica. Luis Fernández, que lo dirigió entre los 15 y los 19, rescata “el aplomo para jugar momentos difíciles en determinadas situaciones de juego y, cuando fue creciendo, cómo le agregó visión y control del juego, además de su explosión atlética, con unas piernas increíbles, similares a las de su padre...”. Ramella se enfoca en el crecimiento que tuvo en la conducción, aunque siempre valorando la importancia de entender la esencia del juego de Vildoza. “Sin dudas mejoró el armado de juego porque la facilidad para anotar la tuvo siempre. Pero, a la vez, era normal que, desde el banco, yo a veces le dijera ‘tranquilo’, para que se frenera, pero él tomaba la decisión de no hacerlo y terminaba haciendo una jugada de otra categoría. Y yo, en vez de enojarme, tenía que aplaudirlo. A Luca había que dejarlo ser”, reconoce.

El padre, consultado sobre lo mejor que ve en Luca, se refiere a su talento. “Es su motor, hace todo fácil”, dice. Ramella define a Vildoza como “uno de esos jugadores que uno disfruta más mirándolos desde afuera, porque cuando los dirigís estás pendiente de cosas que no te dejan apreciarlo tanto”. Mengoni, en esa misma línea, hace su aporte, relativizando las enseñanzas de los entrenadores que, como él, lo guiaron durante años. “Luca no es lo que es por los entrenadores, o por el club. Es producto de sus increíbles dotes en lo físico, técnico e intelectual”, considera. Sin saber lo que los otros opinaron, Fernández dice algo similar aunque de una manera más jocosa. “Si a Luca lo hubiera dirigido en sus formativas mi madre Vilma, también habría logrado este presente. Sólo puedo decir que desde Quilmes lo acompañamos en su formación”, explica. Justamente, Mengoni –su coach de inferiores- siente que el mayor aporte estuvo en hacerle entender la importancia de la constancia, del esfuerzo, justamente a un chico que le sale todo naturalmente. “Sí, nuestro aporte fue en la parte mental, fortalecerlo en esa faceta clave del profesionalismo. Su lucha es la tenacidad, el sacrificio, la entrega, que quizás un talentoso no vive como necesarios dadas la cantidad de herramientas naturales que posee”, explica. Marcelo, su padre, revela que una de las virtudes de Luca es su receptividad. “Siempre escucha y está buscando mejorar. Y si bien habla poco, es muy directo”, detalla papá.

Javier Bianchelli, el actual entrenador de Vildoza, justamente el DT con el cual explotó, coincide con sus dos colegas. “Luca hubiera explotado de cualquier manera, nadie puede desperdiciar un talento así”, arranca, aunque después habla de un plan que salió a la perfección. “Quizá nuestro aporte esté en la idea que tuvimos para que diera un salto de calidad. Nada de lo que le pasó estuvo librado al azar. Con la dirigencia planificamos que sea base titular del equipo y fue idea mía darle la capitanía, lo que me parecía que le iba a dar una responsabilidad mayor, un cambio en su cabeza, porque eran cosas que no le habían pasado. Con el cuerpo técnico ideamos que él fuera el líder de un montón de cosas, tanto en ofensiva como en situaciones puntuales. Y me parece que todo salió redondito”, explica. Ramella asiente y elogia a Bianchelli. “Le dio mucha confianza y sus compañeros se apoyaron en él. Me parece que todo eso ayudó a que se hiciera cargo de los momentos importantes en el juego, algo que en los años anteriores no estaba en su rol”, opina Leandro.

Todos valoran el crecimiento del base en los últimos tres años. Y, cuando se les pide precisión sobre los progresos, Mengoni se detiene justamente en algunos intangibles. “Yo lo veo en lo emocional, en su constancia y convicción”, asegura. Fernández admite que, pese a conocer su talento, las mejoras lo han sorprendido. “Día a día le agrega cosas a su juego. Quizá lo más llamativo ha sido el control y manejo del juego del equipo. Todavía tiene algún bache, pero ya casi no se notan ni siente presión para tomar decisiones. Sabe que las responsabilidades recaen en él y no le escapa a eso”, analiza Luis. Franco Balbi, elegido el mejor base de la Liga, ha tenido numerosos duelos con Vildoza en estos años, en especial en la actual temporada y justamente ahora, durante la semifinal de la Conferencia Sur. “El crecimiento de Luca ha sido muy bueno y se fue dando de a poco. Año tras año fue superándose y demostrando que podía ser un líder de un equipo. En esta campaña ha sido el responsable de esta tremenda temporada de Quilmes”, comenta el armador de Ferro, quien cuenta que antes del Juego 4 ante Bahía le mandó un mensaje, previendo que podía ser el último delante de su público. “Le desee suerte, le dije que la rompiera porque si ganaban el cuarto, ganarían el quinto en Bahía. Bueno, se dio y ahora me está tocando disfrutarlo y sufrirlo a la vez porque realmente está jugando muy suelto”, revela. En esta temporada, su sexta, promedia 17.1 puntos, 45% en dobles, 35% en triples y 4 asistencias. Ha ido de menos a más, siendo una de las grandes estrellas de los playoffs. “Nos costó acomodarnos por mi manera de llevar los juegos. Hubo un tiempo de adaptación entre ambos y luego, de a poco, me fue sorprendiendo en situaciones diarias por su facilidad para resolver y termina jugando en un altísimo nivel”, reconoce Bianchelli.

Vildoza, un chico que tiene como espejos a Russell Westbrook y Kyrie Irving en la NBA, termina una temporada de ensueño y su padre admite cómo todos han disfrutado. “En Quilmes hicieron todo para que mi hijo madure, disfrute, lidere y crezca como persona”, asegura con sincero agradecimiento. Vienen siendo semanas muy emotivas para ellos, en especial para el chico de 23 años. Quizás el punto cúlmine haya sido una cena que la comisión de padres organizó en vísperas del Juego 4 contra Weber Bahía Basket. “Le armaron un video muy emocionante y le regalaron dos camisetas suyas de inferiores que habían rescatado. Y al final, cuando Luca agarró el micrófono para agradecer, rompió en llanto y ahí lloramos todos, abrazados con cada uno de los que fueron a la pollada. Eramos 300 personas emocionadas… Y justo antes del cuarto partido. Quizá no fue casual que luego Luca metiera 39 puntos, sin dudas fue un desahogo”, revela Marcelo. Claro, Vildoza está jugando los últimos minutos con la camiseta del club que lo vio nacer y todo es especial. En poco tiempo, nada más, estará sumándose al Baskonia, el más "argentino" de los clubes europeos, que lo compró hace un año y lo cedió al Cervecero sólo para esta campaña.

El nuevo desafío en la carrera de Luca será ganarse un lugar en el plantel principal y no ser cedido a otro club de una categoría distinta. Nada fácil teniendo en cuenta que deberá adaptarse rápidamente a un nuevo equipo y entrenador, a otro básquet, con un nivel superior y una distinta forma de ser arbitrado. Ramella sabe cuál es la dificultad. “Es un gran desafío para él poder jugar la ACB, tendrá que adaptarse a una competencia diferente, lo cual no es un proceso de corto plazo”, razona. Fernández también da una opinión positiva, aunque cauta. “Es imposible saber cómo será su ingreso a un club donde, se supone, la urgencia de resultados es lo que prima. Si tienen la paciencia para que Luca agarre la velocidad y el conocimiento de la ACB lograrán disfrutarlo como nosotros lo hacemos en nuestra Liga”, analiza Luis. Bianchelli no tiene dudas de que “tranquilamente puede jugar la ACB” y da a conocer cómo Luca ha ido absorbiendo lo que va a necesitar en la mejor competencia de Europa. “Ya le hemos hablado y discutido, va a llegar a otra realidad y será un cambio muy importante. Deberá ser relevo, tendrá un entorno más competitivo, un torneo que exige más, con mejores compañeros y un menor margen de error”, desgrana.

Su actual entrenador en Quilmes asegura que “Luca no tiene techo” y cree que de él sólo dependerá adonde llegará en su carrera. Para eso hay dos cosas que casi todos acuerdan que debe mejorar. La primera es la defensa y la segunda, el orden para manejar su desbordante talento. “Sí, es cierto que lo que más le cuesta es defender, pero también que lo ha mejorado año a año”, cree Ramella. Fernández espera que “con el roce internacional que le dará Europa nos vuelva a sorprender y se convierta en un buen defensor”. Balbi lo ha enfrentado mucho y siente “que esto se dice más que nada porque es vago para defender, pero cuando se lo propone, lo hace muy bien”, opina. Bianchelli prefiere focalizar en la dificultad que todavía tiene para mejorar su enorme arsenal de recursos. “Si controla ese bagaje de talento, será cosa seria”, piensa. Y seguramente, si logra eso y triunfa en España, la Selección será una lógica consecuencia pese a la enorme competencia que hoy tiene en ese puesto. “Hoy, Laprovittola y Campazzo ya están establecidos como los conductores de la Selección, dependerá del entrenador y del armado del equipo si decide llevar tres bases o no. Ahí es cuando él tendrá que pelear por ese lugar”, cree Ramella.

Talento le sobra para seguir buscando objetivos. Como los que fue cumpliendo de forma vertiginosa y hoy lo tienen en las puertas de un salto que muy pocos pueden dar.

Julián Mozo escribe columnas para la web de La Liga y es el responsable la sección “Pasó en La Liga”. Trabajó 18 años en el Diario Olé, cubre la Liga desde 1996 y es el comentarista de la NBA en DeporTV. Cubrió 3 Mundiales de básquet, cinco finales NBA y un Juego Olímpico, entre otros torneos y competencias. En Twitter e Instagram podés encontrarlo como @JulianMozo.

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