Informes Especiales · 15 de Marzo de 2017

LNB · Boca Jrs.

La emocionante historia detrás del regreso de Delfino

Conocé los casi cuatro años sin jugar, cuánto sufrió tras cada una de las ocho operaciones y cómo superó cada recaída. El milagro que logró el ortopedista italiano y la felicidad que siente él (y todos) con su regreso a la Liga. Testimonios de su padre, hermano, representante, médico, colegas y el propio Carlitos.

Por Julián Mozo

Era el 2015. Ya habían pasado una, dos, tres, cuatro operaciones cuando Delfino padre decidió hablarle seriamente a su hijo y decirle lo que no quería escuchar…
-¿Por qué no te retirás? Mirá para atrás, fíjate todo lo que lograste: jugaste en las mejores ligas del mundo, en muchos de los mejores equipos, con los mejores compañeros… No necesitás seguir pasando por todo esto.
Cabeza lo miró y no pudo evitar el enojo.
-Vos, dejame a mí. No me voy a retirar hasta que no sienta que agoté todo para volver a jugar.
El padre vio la cara de pocos amigos de su hijo, pero no se quedó callado.
-Pensá en tus hijos, en la familia… Tengo miedo de que la lesión se agrave y termines lesionado de por vida. Pero vos hacé lo que sientas, sólo quería decirte lo que pienso.

El contrapunto entre ambos desembocó en varios días sin hablarse. Hasta que el padre aflojó. “Lo vi con tanta determinación, con semejante tesón, que decidí apoyarlo pese a que pensaba distinto. Yo, en realidad, tenía miedo de que no volviera caminar. Estas lesiones son difíciles, traicioneras… Y mi deber era transmitirle ese miedo porque más allá de ser su amigo, primero soy su padre. Carlitos me repitió que iba a intentar hasta que se fuera la última luz de esperanza, me aclaró que él no quería caminar, ¡quería jugar al básquet! Me lo dijo con tanta decisión que resolví ayudarlo y del tema no se habló nunca más”, revela Carlos padre, pocas horas después de asistir al nuevo debut de su hijo, en este caso en la Liga Nacional, tras 18 años sin jugar un partido oficial en nuestra competencia. “Papá es un referente nuestro y que Carlitos fuera en contra de su opinión habla de la fe que tenía, de lo determinado que estaba. Por suerte mi viejo, como hace siempre, lo apoyó a muerte y gracias a Dios todo salió bien”, opina Lucio, el hermano menor, quien fuera clave para el regreso a la Liga y puntualmente a Boca, donde llegó meses antes que Cartlitos.

Diego Grippo es médico de la Selección, pero sobre todo el profesional argentino que más de cerca siguió el proceso de Delfino. “Primero hay que decir que una fractura por stress, en un hueso tan complicado como el escafoide y en una zona de poca irrigación sanguínea, es un problema. Hay dos teorías, una se apoya en la cirugía que busca la recuperación definitiva y la otra es más conservadora, una especie de ‘no toquemos ese hueso, que debe soldarse solo’. Como Carlitos estaba en la NBA y se buscaba que volviera rápido, se inclinó por la cirugía y allí empezaron todos los males”, explica quien nunca se apartó del santafesino en los cuatro años de lucha y sufrimiento. “Luego de la tercera o cuarto intervención todos pensamos que era cada día más difícil que regresara. Milagro es una palabra muy grande, pero lo que hizo Carlitos, en su afán de volver a jugar, es increíblemente. Yo vi ese hueso, las imágenes, conozco la historia… Médicamente hablando, lo suyo fue épico. Por eso, cuando lo vimos volver a las canchas antes de Río, se nos escapó una lágrima que escondíamos”, evalúa el bahiense mientras decide frenar su actividad ciclística del domingo porque quiere hablar de Carlitos, porque lo siente casi como un homenaje a semejante hito...

Cuando te contemos la historia te vas a dar cuenta que este regreso es un milagro”, avisa Carlos, el papá, desde su casa en Santa Fe. Y así comienzan los relatos. “Estos cuatro años tuvieron de todo, con muchos recuerdos tristes. Por momentos fue un calvario. La dinámica de ir a ver un médico, hablarle, creerle, verlo entrar al quirófano diciendo que ésta sí era la última operación, encarar la rehabilitación y vivir la ilusión hasta que volvía a lesionarse era durísima. Así, una y otra vez, imagináte… No sé quién podría bancarse eso. Carlitos demostró una fuerza interior impresionante. Y una dedicación que me sorprendió. Mirá que soy el padre y lo conozco bien eh…”, cuenta Carlos (p). Quizá la otra persona que más cerca estuvo fue Lucio. “Para todos fue difícil, pero más que nada para él. Se notaba que desbordaba de ganas de jugar. Por eso, cada vez que recaía, el golpe era durísimo. Pero mi hermano demostró lo fuerte de la cabeza que es, y lo feliz que lo hace este deporte. Fue contra la opinión de muchas personas y siguió intentando, con tal de poder llegar adonde estamos hoy”, dice. Lucio lo describe con un verbo en plural, estamos, porque los Delfino sienten que fue un trabajo de equipo. “Quebrado no lo vi nunca, siempre estaba buscando algo nuevo. La desazón tras una recaída le duraba 48 horas y luego volvía a arrancar. Se compraba libros para interiorizarse, leía sobre otros deportistas que habían regresado tras esa lesión, pedía nuevas recomendaciones, que le dijeran de otro profesional… Y al rato venía y me decía ‘ya encontré, esto voy a hacer, voy a ir por ese lado’. Así arrancaba una nueva ilusión…”, recuerda el padre. Situaciones que sufrió Delfino, pero que marcaron a todos los que estuvieron cerca. “Mi hermano pasó por muchas cosas y yo lo viví con él. No se rindió nunca. Y eso hace que lo admire mucho más aún. Tengo el mejor ejemplo a mi lado y eso es algo que aprovecho hoy para atravesar este momento que me toca a mí”, agrega Lucio, quien se recupera de una lesión de ligamentos en una rodilla.

Angel Cerisola es su representante en el país, otro de los laderos de fierro que tuvo el escolta. “El 11 de mayo se cumplen 4 años de la primera operación. Y luego vinieron siete más. En el medio, hubo muchísimas situaciones y sólo él sabe lo duro que fue. Pasó de casi dejar a jugar al básquet a estar en un Juego Olímpico”, relata Pichi.

Y sí, lo que vivió Carlitos fue una montaña rusa de emociones, demasiados vaivenes que pusieron a prueba su temple. Y él mismo los cuenta. “Pasé por todos los estados e intenté mil cosas. Vi médicos, brujas, hice reiki, probé cada máquina que existe, me informé, compré libros… Y también me cansé. Después de la tercera operación dejé de pensar un tiempo en el básquet. No quería saber nada más y llegué a pesar 115 kilos. Pero haber perdido a mi abuela, en enero del 2015, me sirvió como motivación y volví a intentar… En una prueba en San Antonio los médicos me dijeron que el pie estaba mal y volví a operarme, con la ilusión del Preolímpico. Pero ni bien comencé con la recuperación me di cuenta de que todo estaba igual”, comenta. Hubo momentos de mucho malhumor, de enojo, de reclusión, de no querer hablar con nadie. Todos estadios entendibles. Y en esos momentos siempre lo rescató su familia.

Me apoyé mucho en mis viejos, mis hermanos, mi esposa, mis hijos, disfruté de estar en casa. Pero el tema siempre volvía, como un día que uno de los melli (Carlos Italo, de 4 años) me preguntó dónde iba. ‘A jugar al básquet’, le dije. Entonces me preguntó si yo jugaba al básquet, imagínate…”, comenta el jugador, quien sueña con ver a sus hijos viéndolo desde la platea.

Sólo Carlitos sabe cómo lo logró. Cómo lo soportó y siguió. Aunque su entorno hace un ensayo y resalta algunas virtudes que lo hicieron posible. “Lo primero que tiene es una muy buena formación desde la cuna y después supo encontrar herramientas que le permitieron fortalecerse en la adversidad y no entregarse. No es casualidad que Carlitos pertenezca a ese grupo de jugadores que ha logrado cosas históricas para nuestro país. Tiene una personalidad particular y una fuerza muy grande. Esa, sumado a la contención que tuvo, explica que hoy esté jugando nuevamente”, analiza Cerisola. La teoría de Grippo va por el mismo carril, haciendo hincapié en lo especial que es Carlitos y sus compañeros de camada. “Yo siempre digo lo mismo: cuando se trata de los monstruos de la Generación Dorada, no podés apostar nunca en su contra. Decís que uno se retira y regresa, decís que otro no juega más y vuelve a jugar… Son distintos, especiales. Y Carlitos es uno de ellos. Su determinación, el esfuerzo, el no abdicar nunca pese a que los reportes eran negativos…”, opina el médico. Hay otro condimento que tiene que ver con el amor al juego, esa pasión que Carlitos mantuvo intacta pese a tanto sufrimiento. “Sin dudas que ese amor por jugar, por tener la pelota en sus manos, jugó un papel decisivo. Carlitos es feliz dentro de una cancha. Y esa pasión, junto a su coraje y tenacidad, lo hizo realidad. Logró algo que está más allá de una explicación científica y médica”, cree el doc Grippo.

Pero si de médicos se habla, no existiría milagro sin Sandro Giannini, un ortopedista italiano de 79 años, especialista en pie, que ya está retirado de la actividad pero que hizo una excepción para devolver a Carlitos a las canchas. Pero primero, como toda historia épica, casi de guión hollywodense, es necesario contar cómo Delfino descubrió el cirujano que le cambiaría la vida. Era septiembre del 2015, cuando Carlitos fue a lo de un podólogo en Bologna para cortarse las uñas. Con pocas ganas, el santafesino le contó que seguía igual, que ni la sexta operación lo había ayudado. El podólogo, entonces, no dudó…

-¿Pero lo viste a Giannini?
-¿Quién es Giannini?
-Es una eminencia en Italia y está en Bologna. Da clases en la facultad, aunque ahora creo que está retirado de la actividad…

Delfino se sorprendió porque no había escuchado hablar de él y eso que ambos vivían en la misma ciudad. Averiguó quién era y buscó la forma de que lo atendiera. “Se interesó mucho cuando le contaron que un corredor olímpico se había recuperado de la misma lesión luego de que Giannini lo había operado”, cuenta el padre. La sorpresa fue mayor cuando lo tuvo frente a frente. “Lo que le llamó la atención es que, a diferencia de los otros médicos, le dijo que había que sacar huesos, no poner. Y a él le dio una nueva ilusión”, explica Lucio, 28 meses después de la séptima operación de su hermano. El padre da más precisiones de cómo lo motivó el cambio de metodología. “Todo lo anterior había fracasado, imagínate que uno en Buenos Aires le puso un tornillo más largo que tocaba el hueso de al lado y le producía dolor. Giannini, con estudios, le mostró por qué no había que poner nada más…En la operación le sacó todo lo que tenía muerto, le inyectó huesos de la cadera. Dios lo puso en su camino, no hay dudas”, agrega Carlos (p). El escolta no se olvida que, cuando salió del quirófano, presintió que algo había cambiado. “Sí, fue así, salió mucho más contento y confiado”, precisa su padre. A Carlitos también lo impresionó la forma de recuperación que decidió el italiano.

“A las tres semana volví al consultorio, me sacó el yeso y me dijo que me fuera caminando. Yo no entendía nada… Me dijo que empezara a mover el pie. Yo no le hice mucho caso, por miedo. Y cuando volví a fin de año me retó cuando me vio entrar con una muleta”.

Giannini se lo tomó como un desafío personal y cuando Delfino estaba de vacaciones, le mandó un mensaje: “¿Ya empezaste a correr?”. Cuando Carlitos lo leyó, no entendió nada. Y tampoco se animó a correr. “Recién empecé a caminar en febrero, pero el veterano tenía razón (sonríe). Ya nunca tuve dolor”, explica. Grippo, como médico, evalúa lo que hizo su colega italiano. “Giannini hizo algo que sólo realizan aquellos con mucha experiencia: poner el sentido común por delante del campo científico. Y acertó, increíblemente. Mucho de lo que Carlitos vive hoy se le debe a él, es la verdad. Increíble fue”, opina Diego.

Así fue que, en silencio, Delfino comenzó a entrenarse en Bologna y Santa Fe. Hasta que un día Julio Lamas fue a verlo y se sorprendió al verlo meter triples a la carrera. A Sergio Hernández, DT del seleccionado, le llegó un video similar y lo llamó enseguida. “No me avisaste, quedamos en que lo harías… Vení a la preselección que no te voy a regalar nada. Vas a Río si le servís al equipo”, le dijo Oveja para convencerlo. Así fue que Carlitos aceptó, sorprendió y emocionó en los amistosos. En los Juegos Olímpicos no fue lo mismo, se lo notó fuera de ritmo, pero lo increíble ya había sucedido. “Yo lo cargo, diciéndole que le faltaba un cambio, pero lo importante fue que volviera a estar en una cancha. Yo creo que debe ser un récord, regresar a jugar a semejante nivel luego de estar tres años parado. Y creo que lo logró porque ni en los peores momentos dejó de entrenarse, de ir al gimnasio, de hacer algo…”, analiza el padre. Luego de Río, muchas especulaciones se abrieron. Que volvería a la NBA, a Europa, y hasta se habló de la Liga. Pero pocos saben que Carlitos tuvo que pasar una octava vez por el quirófano. “Giannini volvió a operarlo para limpiar la zona, sobre todo porque tenía un hematoma entre dos huesos”, precisa Carlos (p). Delfino tuvo paciencia para volver con todo. “En estos meses se concentró en ponerse mejor del pie y agarrar mejor ritmo físico”, cuenta Lucio. El santafesino de 2m01 estuvo entrenando con la Virtus, en Bologna, pese a que su pasado tiene que ver con la Fortitudo. “Ocurre que los kinesiólogos y el PF que él conocía de aquella época ahora están en Virtus, pero él no podía jugar ahí. Es el clásico de Fortitudo”, explica Carlos (p) y deja claro porque descartó Italia pese a que su familia (Martina y los melli) están radicadas allá. Otra opción era España, desde hubo intereses, pero Delfino consideró demasiado riesgoso volver en ese nivel.

Por eso le vinieron justas las propuestas que tuvo de la Liga. “Casi todos los equipos llamaron interesados”, revela Cerisola. Pero Carlitos se inclinó por Boca. “Porque está mi hermano, Nico (NdeR: Gianella, íntimo amigo), por el club, por el grupo de médicos y kinesiólogos que tiene, y por la cercanía de mi familia…”, explica Carlitos. Lucio, mientras se recupera de su lesión, se la pasa a su lado. “Acá va a recibir cosas que quizás en otro lado no, además de poder estar cerca de la familia, de compartir equipo con Nico y quizá, quién te dice, alguna vez conmigo”, se ilusiona. Más allá del hito, de la historia emocionante, también hay un lado basquetbolístico que se pregunta qué se puede esperar de Delfino a los 34, tras casi 4 sin jugar. “Qué esté sano, porque si lo está, Carlitos es amigo de la pelota y conoce el juego de punta a punta”, expresa Lamas. Carlos, como buen padre, sólo espera que “esté sano y sea feliz, que disfrute esta experiencia. Ni siquiera me importan los resultados”. Paolo Quinteros, que fue compañero en la Selección, cree que “tiene mucho para dar”, aunque pide cautela y tranquilidad porque siente “que, como todos, necesitará un período de adaptación al juego de la Liga”. Pancho Jasen, además de manifestar la satisfacción por su vuelta, considera que hará a Boca más peligroso. “El equipo ya estaba mejorando y con él será todavía más difícil de ganarle porque él atrae atención y liberará al resto. Tiene tanto talento y naturalidad en el juego que puede disimular un parate tan prolongado”, analiza.

Lucio, dicen, era fanático de LeBron cuando su hermano estaba en la NBA, incluso le pedía que le trajera las zapatillas de James, lo que genera chistes internos en la familia. Pero ahora, ya más grande, todo cambio y su ídolo es Carlitos. “Seguro, más ahora con lo que hizo… La Liga es dura, pero cuando se adapte no tengo dudas que puede dar espectáculo”, opina. La sola noticia ya ha generado que, en sus primeros partidos, las canchas se hayan llenado, que muchas personas se acercaran a la Liga sólo porque juega Delfino. Cerisola pide que el boom Delfino se aproveche. “Ojalá que la Liga le saque el jugo como producto y que la gente, en cada cancha, aprecie su presencia”, dice. Nadie sabe lo que puede durar. “Esto es paso a paso, pero para Carlitos puede ser el primero. Ojalá le vaya bien y pueda salvar a Boca. Si lo hace y queda liberado el 11 de mayo, hasta podrá jugar los playoffs de la liga española”, intuye su representante en el país.

Quizá ése pueda ser un objetivo a futuro, pero en el presente hay un sentimiento que predomina en el básquet y el deporte nacional: la felicidad por el sorprendente regreso de un tipo carismático y querido. “Es una gran alegría tenerlo en la Liga, cerquita, poder ir a verlo. Pero sobre todo es una enorme felicidad por él, el volver a verlo feliz en una cancha”. Lo dice el padre con una sonrisa en su cara y Grippo no puede evitar emocionarse cuando va hacia atrás y recuerda todo lo atravesado. “Con él hemos pasado por todo tipo de momentos, pero lo que más rescato es su lucha y que es una persona de primera. Por todo eso es un placer poder verle alegría en la cara. Celebro hasta los niveles que no te imaginás que esté dentro de una cancha porque lo adoro”. Lo dicen ellos y lo repiten todos. Bienvenido Carlitos, el básquet, el deporte y La Liga te estaban esperando...

Julián Mozo escribe columnas para la web de La Liga y es el responsable la sección “Esto pasó en la Liga”. Trabajó 18 años en el Diario Olé, cubre la Liga desde 1996 y es el comentarista de la NBA en DeporTV. Cubrió 3 Mundiales de básquet, cinco finales NBA y un Juego Olímpico, entre otros torneos y competencias. En Twitter e Instagram podés encontrarlo como @JulianMozo.

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