Weber Bahía

Bahía Blanca (Buenos Aires)

Informes Especiales · 22 de Noviembre de 2016

Weber Bahía

Conocé mejor a la nueva joya de La Liga

Maxi Fjellerup es la sensación y, a horas de jugar la final sudamericana, La Liga te cuenta los inicios en Tres Arroyos, el salto a Bahía, la dura charla con Pepe que lo cambió, sus virtudes invisibles y hasta adónde puede llegar. “A veces veo las jugadas que hago y no puedo creer que sea yo”, dice. “Tiene la cabeza de los distintos”, cree Sánchez.

Y pensar que hace nueve años la nueva joya del básquet argentino sólo jugaba al fútbol en Huracán de Tres Arroyos… Fue Fermín Thigesen, amigo de la infancia y hoy nuevo compañero en Bahía Basket, quien lo convenció de probar con el básquet. Hasta aquel día de 2007, Máximo Fjellerup soñaba con ser futbolista profesional, pese a que la ligazón con la naranja era grande por herencia familiar. Su padre Leandro fue jugador histórico de la liga local y el padrino, Juan Manuel Locatelli, una figura importante de la Liga durante 17 temporadas. “Siempre iba a la cancha, pero hasta ese momento no me gustaba tanto”, recuerda Maxi. Pero, claro, llegó la invitación de Fermín, su hermano del alma, y como papá se cambió de club, el nene aprovechó para empezar en Argentino Junior una carrera que nadie sabe adónde puede terminar. A los meses, Máximo ya se destacaba en las menores y lo suyo fue tan meteórico que, a los 14, se dio el gusto de jugar (y salir campeón) con su papá en la Primera local y se quedó con el puesto de base titular de la selección tresarroyense. Hoy, con apenas 18, es la gran atracción de esta joven temporada liguera y una de las apariciones más impactantes de los últimos tiempos.

Mucho, en esta historia, tuvo que ver Gabriel Colamarino, quien fuera el DT de Ginóbili y Pepe Sánchez cuando eran chicos en Bahiense del Norte. Hace seis años, cuando decidió mudarse a Tres Arroyos, este bahiense descubrió a Maxi. “Lo que primero pensé es que tenía alguien distinto entre manos y que había que trabajar un montón de cosas para proyectarlo”, recuerda. Poco tardó en llamar a Pepe. “Acá hay un pibe que se parece mucho a vos a esta misma edad. Te lo tenés que llevar a Bahía”, le dijo. Sánchez recuerda bien el llamado. “Gabriel estaba convencido, pero decidimos esperar porque era demasiado chico”, detalla el presidente de Bahía Basket. Colamarino no dejó nunca de insistir y allá por 2013, cuando Pepe fue a ver el Básquet Sin Fronteras en Buenos Aires, pasó algo singular. “Vi el partido y me llamó la atención el base, que daba dos años de ventaja… Pregunté cómo se llamaba y me dijeron, pero no lo asocié con nada. Al rato recibo un mail de Gabriel que me contó que Maxi estaba ahí, me dijo el número de camiseta y me pidió que lo viera. Cuando levanto la cabeza y veo el número, era él, el señalado por Gabriel. Y era el mismo pibe que me había asombrado y realmente se parecía a mí a esa edad…”, rememora, sonriente.

Pocos meses pasaron hasta febrero de 2014 cuando un llamado de Colamarino sorprendió al pibe en la playa de Claromecó. “Me llamó Pepe porque se lesionó Gerbaudo y quieren que vayas como su reemplazo temporario”, le dijo Gabriel. El pibe no sabía si creerlo. “Imaginate que yo iba a ver a Bahía Basket y a Pepe desde Tres Arroyos y de repente iba a estar jugando con ellos”, pone Maxi en contexto. Lo cierto es que a las pocas horas debutaba contra Boca para la TV y la vida comenzaba a cambiarle. De jugar una liga local pasaba a la elite del básquet nacional. Fjellerup empezó a demostrar su temple y talento, primero en cuentagotas y luego con más consistencia. Pero los que conocen la intimidad del plantel marcan un antes y un después de una charla que Máximo tuvo con Pepe en diciembre del 2015.

Sánchez la recuerda bien. “Empecé a notar que la cosa no iba y decidí decírselo en la cara porque no quería que, con el tiempo, nos dijera que no lo habíamos guiado bien. Veía que iba camino a ser el clásico talentoso que dependía de sus condiciones naturales para sobresalir. Le planteé que al ritmo que venía no iba a llegar, que el resto le sacaría demasiada ventaja. Y no me refería tanto a su juego sino a su approach hacia el profesionalismo. En mi visión debía madurar y rápido. Fue una charla dura, yo le plantee que veía que estaba desperdiciando lo que tenía…”, cuenta. Máximo se ríe cuando se trae la anécdota a su memoria. “Me preguntó qué me pasaba y me aclaró que necesitaba cambiar ya. Lo tomé muy bien y me ayudó mucho”, acepta Fjellerup. El quiebre esperado ocurrió en cuestión de días. “Hizo un clic en su cabeza, está mucho más pensante. Incluso diría que es uno de los más maduros del plantel pese a sus 18 años”, analiza Lucas Matioli, el jefe de prensa de la organización. “Nos sorprendió a todos porque en meses dio un salto de maduración enorme. Hoy, si no es el más profesional, pega en el palo. Entendió lo del entrenamiento, la alimentación, el descanso... Pasó del último de la fila a ser uno de los líderes y estamos empezando a ver el principio de un jugador de unas características que se ven poco. Con esos hábitos incorporados puedo asegurar que su potencial no tiene límites…”, asegura Pepe.

En Bahía están maravillados con su naturalidad para jugar y los rápidos progresos. “Hace fácil lo difícil. Su talento con la pelota en la mano es enorme y se nota que se divierte jugando”, opina Sepo Ginóbili, el DT. “El combo de físico, talento y versatilidad es muy interesante y nada fácil de encontrar en el país”, cree Sánchez. Colamarino le suma una virtud lograda por el chico. “Lo que más me sorprende es su desarrollo físico. Siempre supe que iba a tener un impacto en la Liga por su forma linda de jugar, por la explosividad, pero no es sencillo pasar de un torneo local a una Liga Nacional. Debés adaptarte a los cambios de velocidad, potencia y fuerza. Y Maxi lo hizo muy rápido. En su primer año, cuando lo chocaban, iba al piso o terminaba fuera de la cancha. Hoy lo impactan y llega igual al aro”, explica su ex coach. De tal manera va hacia arriba que sus jugadas son abonadas al top 10 de la semana y hasta sorprenden al propio jugador. “Al otro día miro el video y no puedo creer que esa jugada la haya hecho yo. Incluso la gente me pregunta cómo la hice y no sé qué decirle. Simplemente me sale”, reconoce.

En Tres Arroyos, Colamarino lo desarrolló como base, pero su impacto grande lo está dando como escolta, aunque igual juegue de armador y hasta de alero. “Yo lo puse de uno porque ahí veía su futuro, pero la verdad es que se adaptó muy bien a ser escolta y ha crecido hasta una talla que ya es la de un 2 internacional (1m96)”, cree Gabriel. “No es un tirador natural, pero su lanzamiento está más sólido”, aporta Sepo. “No tengas dudas de que puede anotar y, a la vez, crear juego”, dice Pepe. Máximo admite sentir más placer jugando para el equipo. “Me encanta romper y asistir con ventaja a mis compañeros. Noto que hago diferencias con mi primer paso explosivo”, comenta. Tampoco hay que apurarse para definir en qué posición tendrá su futuro. “Para base quizá hoy no tenga la velocidad lateral de piernas, pero la puede trabajar. Por eso es más el actual combo guard, un 2-1 muy interesante”, cierra su entrenador en Argentino Junior.

El carácter es otra de sus fortalezas. “No tiene esa personalidad de gritar, golpearse el pecho, dar una piña o pegarle a un rival. Es de otro tipo, de demostrar jugando… En la cancha se transforma, adquiriendo un nivel de seriedad y concentración muy especial”, explica Colamarino. Ginóbili recuerda una anécdota que demuestra la determinación de Máximo. “Iban un par de partidos cuando me aclaró que jugaría de base, como le pedí por la lesión de Gerbaudo, pero que se sentía más cómodo de dos. Me lo dijo bien, pero con decisión. Y con 16 añitos…”, cuenta Sepo mientras no puede evitar la risa. Máximo no duda cuando se le cuenta la reacción de su DT. “Traté de ser respetuoso pero a la vez decirle lo que me pasaba por dentro”, comenta. Gabriel lo atribuye a la exigencia permanente de su pollo. “Cada día siente que debe trabajar en algo más y eso es posible por su fortaleza mental”, aclara. Pepe, tras contar aquella charla de hace unos meses, da su veredicto. “Hoy puedo asegurar que tiene la perseverancia y la cabeza de los chicos que son distintos. Cuando llegó tenía muchos problemas para defender y tomar buenas decisiones, pero lo fue corrigiendo porque tiene una de esas mentes especiales”, no duda. Gabriel cree que Maxi es dueño de un combo muy valioso. “Es divertido fuera de la cancha, serio adentro, muy educado, perseverante, su perfil es muy tranquilo y ama el básquet”, argumenta.

Todos, igualmente, rescatan que cayó en el ambiente ideal para proyectarse. “Máximo es un pibe sensible y cariñoso que necesita sus tiempos y un ambiente donde se sienta cómodo y apreciado”, explica Pepe. En ese sentido nada mejor que Weber Bahía Basket, con un proyecto que apostó a los pibes y goza de una aceitada organización profesional al servicio del jugador. “La gente de acá le está dando todas las herramientas necesarias para dar ese salto de calidad”, cree Sánchez. Los elogios, entonces, van directamente hacia Mauro Polla (asistente que está muy en contacto con los más chicos), Cristian Lambrecht (el PF), Sepo y el Puma Montecchia. “Están siempre encima nuestro, nos cuidan en todo y aconsejan mucho. Somos una gran familia. Pensá que Pepe es capaz de venir a un entrenamiento a las 4 de la tarde de un domingo en vez de quedarse con su hijo de un año… Si Sepo, Puma y Pepe ya eran nuestros ídolos, hoy nos despiertan una admiración mayor. La confianza de ellos es la explicación de mi nivel actual”, cuenta Máximo, quien en su locker en el Poli tiene una foto con Pepe y el Puma.

A días de cumplir 19 (el 25/11), Fjellerup estuvo en campus NBA (Básquet sin Fronteras y Jordan Brand Classic), jugó un Mundial con la Selección U17 y ya integró la Mayor en la Copa Stankovic de este año. ¿Adónde puede llegar? “No tiene techo, va ir creciendo escalón por escalón, hasta llegar a los máximos niveles”, considera Pepe. “Todo dependerá de su evolución, de su deseo de esforzarse año a año, pero siento que no tiene límites. Cuenta con todos los ingredientes para ser internacionales”, opina Sepo. Colamarino también es cauto, pero no puede evitar ilusionarse. “No está bueno hacer predicciones porque sólo lo cargaremos de presión, pero la frase ´hasta donde quiera llegar´ le cae justo. Si sigue así su paso siguiente será Europa o Estados Unidos”, asegura. ¿Y qué dice el protagonista? “Todos soñamos con llegar a ser el mejor jugador posible, alcanzar lo más alto, aunque hoy estoy concentrado en Bahía, en ir paso a paso. Claro que un se ilusiona con la NBA pero me gustan las metas cortas. Así me ha ido bien”, explica Fjellerup.

Máximo siente que la NBA ya no es un imposible. “Manu es un extraterrestre, pero que estén los mortales como Lapro, Brussino o Garino te ayuda a creer que se puede”, reconoce el tresarroyense, quien asegura no sentir la presión del medio al escuchar que es la nueva joya argentina. “Es lindo que te digan eso, aunque a veces pienso que exageran un poco”, dice con una sonrisa. La receta cree tenerla. “Esos elogios debo usarlos como apoyo, motivación, pero sin confiarse. Hay que mejorar año a año. Pero todo comienza acá, en Bahía”, comenta mientras sueña con ser campeón sudamericano ante Mogi. “Ni nosotros pensamos que era posible llegar a una definición internacional. Como hace tres años nunca pensé que de Tres Arroyos podía pasar a jugar en la Liga”. Pero Fjellerup dio su Máximo y lo hizo posible. Hoy soñamos todos. Con él.

Julián Mozo escribe columnas para la web de La Liga y es el responsable la sección “Esto pasó en la Liga”. Trabajó 18 años en el Diario Olé, cubre la Liga desde 1996 y es el comentarista de la NBA en DeporTV. Cubrió 3 Mundiales de básquet, cinco finales NBA y un Juego Olímpico, entre otros torneos y competencias. En Twitter e Instagram podés encontrarlo como @JulianMozo